MI ALMA ES UN BATIBURRILLO

Mi alma es un batiburrillo

<~ MI ALMA ES UN BATIBURRILLO

 

Mi mente gira sobre su centro como un tornado arrastrando perplejidades.
La fijeza del núcleo permite mantener la propia estabilidad…
Me voy desplazando por la vida y absorbo cuanto asoma sobre la superficie de la tierra, husmeando y hurgando hasta hallar cuanto pueda comprender, para llevarlo, asido con ávido deseo, al vasto imperio interior. Allí, lo analizo y clasifico para ir construyendo cuanto pueda llegar a ser…

El batiburrillo de conceptos asedia sin cesar y mi sorpresa va tomando cuerpo:

La piedra cae con su fuerza newtoniana.
Las pulsiones corren a ritmo freudiano.
El insecto zapatero se desliza por el manso estanque a fuerza de tensión superficial.
El capilar desplaza un líquido asido a la rodilla de su menisco.
El agua moja todo el azúcar del terrón trepando por capilaridad.
Dura piedra, los impulsos de las pulsiones, insecto zapatero, finísimo capilar, un terrón de azúcar.
Los percibo, los veo… y nadie dice nada

Henry, con su ley, me explica el burbujeo al abrir una botella de cava.
Las membranas semipermeables criban las sales contra su presión osmótica.
Las electroforéticas proteínas migran asidas a la corriente continua.
Aparecen las invisibles motas de polvo prendidas a un rayo luminoso, según el efecto Tyndall, en desesperado movimiento browniano.

El prisma de Newton me muestra la oculta riqueza pictórica de la luz solar.
El prisma de Nicol me criba esa luz, polarizándola como me conviene.
El burbujeo, la ósmosis de las membranas, motas de polvo, los prismas de propiedades maravillosas.
Sé de qué hablo, lo tengo muy presente…, pero nadie dice nada.

El fuego transforma con su energía incontenible al duro hierro, la dúctil agua, el quebradizo hielo.
El calor se desplaza, la corriente corre, el tiempo… pasa.
El paralelismo es redondo siguiendo la tierra.
La trayectoria de un proyectil es toda una parábola y una auténtica metáfora.
Todo, todo nos habla, y nos dice lo grandemente minúsculos que somos ante la Naturaleza.
Y tampoco nadie dice nada.

Lo batial nos cuenta las maravillas de los océanos, lo estelas las de los cielos, el magma las de los infiernos.
Las lunas, los astros, los cometas, las estrellas, me hablan de lo que no me es fácil entender con la razón.
Los pensamientos transitan por la mente como Pedro por su casa, la sangre por las venas, el plasma por los cuerpos, la voz por la garganta y nadie, nadie dice nada.

El aire atraviesa la nariz para depositarlo caliente en los pulmones; la médula se instala en el raquis a sus anchas, el corazón late persistente y nadie, nadie dice nada.

Las impresiones estallan en el espíritu como la belleza celeste en las mañanas, como la mirada de un niño, como el canto de los pájaros, y ese tornado de sentimientos arrebata el alma.
Y yo, yo tampoco digo nada, nada más que… ¡gracias!

 

¿ES UNA INSPIRACIÓN O UN PLAGIO?

<~ ¿ES UNA INSPIRACIÓN O UN PLAGIO?

 

Para ir calentando motores con los artículos que os escribiré, me gusta presentaros un cuento que habla de lo importante que es tener las ideas claras con el tema del plagio, porque inspirarse en’ y ‘plagiar’ son términos que, a quien le bulle la mente y el sentimiento entre historias y quimeras, le acechan como inciertos lobos dispuestos a hincarle el maléfico diente. En ocasiones, no es fácil discernir entre el uno y el otro. ¿Lo leí? ¿Me lo invento? ¿Me lo contaron? ¿Es mi creación o solo lo recuerdo? No es nada fácil.

Plagiar es más alevoso, tiene menos perdón, sin discusión. Del inspirarse, en realidad, es imposible escaparse. El convivir, el viajar, el estudiar, el trabajar, el leer, inspiran. Vivir inspira. Sin duda, si vives, te estás inspirando…

A partir de aquí, la cuestión es conocer la personalidad y la dosis de inspiración que impregnan nuestros escritos, o la proporción de aparente plagio contenido en ellos. ¿Aparente plagio? Sí, en este caso, plagio en lo básico del mensaje: hasta algunos científicos, en sus acotadas investigaciones, coinciden en soluciones tan afines que parecen calcadas, aunque en verdad no haya habido relación entre ellos. Más debe comprenderse que esto ocurra en lo tocante al habla y los sentimientos: los seres humanos tienen connotaciones similares en sus procesos mentales, que pueden repetirse en unos u otros sujetos. A fin de cuentas, la emoción no deja de ser una respuesta ante determinado estimulo y estos estímulos no tienen ni lugar ni época.

VAMOS A DEJARLO CLARO

Sin pretensión de exculpar a ningún desaprensivo presunto literato plagiador, aquellos que son descarados, sin conciencia y sin reparo, o sea, sin luces suficientes para ser capaces de desarrollar su propia creación –lo cual ya es su condena–, sin deseo de exculparlos, digo, lo expuesto sí sirva para definir el aparente plagio –que no lo es– y, sobre todo, sacudirse de encima la angustia provocada por las preguntas del inicio de este relato: «’Mente que no sabe’, corazón que no siente», reza el proverbio –más o menos–. Tanto si te inspiras como si no te has inspirado durante tus escritos, como lo hayas hecho con los recursos de tu propio ingenio, «Pelillos a la mar»… y no sufras ni un instante por ello, el mundo será quien juzgue.

Después de esta parrafada, me complace, ahora sí, ofreceros un cuento que, si no es representativo de los que iréis recibiendo, sí espero que os entretenga

 

¿Es una inspiración o un plagio?

CAPERUCITA COJA Y EL LOBO PRECOZ

 

Erase una vez una jovencita que correteaba por el bosque, contenta por llevar una cestita de viandas variadas a su dulce abuelita: queso comprado en una gran superficie  –porque los modestos productores de los sabrosos quesos caseros, o estaban arruinados avasallados por los impuestos o eran excesivamente caros para el presupuesto de la madre de Caperucita (el padre debió haber pasado a la memoria de los justos), pastel de la misma procedencia y, por desgracia, por el mismo motivo, y un pequeño tarrito de rica miel –compensando el tamaño del recipiente la rica calidad de la miel–, está sí, de las pocas colmenas que quedaban en el lugar.

Caperucita correteaba, pero lo hacía por un bosque ralo, puesto que los lugareños no tuvieron mejor ocurrencia que ir talando árboles, indiscriminadamente, para poder calentarse con su leña… para contrarrestar los extraordinarios aumentos de las energías oficiales.

En una de esas maratones, que organizaba su madre para ir a visitar a la abuela y Caperucita la llevaba a cabo, la pobre jovencita tropezó con uno de los desperdicios que dejaba todo el mundo el fin de semana, se doblo una pierna e, irremisiblemente, ‘Caperucita Coja’…

Con frecuencia, cerca del lugar merodeaba Nicolás –Nicolás Lobo, para más señas–, jovencito algo mayor que Caperucita, pero con la tez francamente más oscura y definitivamente más peluda que la de ella.

Lobo ya sabía que las Caperucitas, aunque menos peludas, no tenían pelo de tontas: habían mantenido a raya los asedios –con intenciones gastronómicas– de varias generaciones de Lobos, en lo que habían colaborado, como espontáneos y desinteresados defensores, los correspondientes leñadores coetáneos de aquellos lobos.

Pero ahora las cosas habían cambiado: a Nicolás Lobo le gustaba de veras la jovencita de la cestita… y no era un personaje particularmente agresivo, más bien se había ganado la fama de tener un precoz ojo para los negocios: siempre estaba al acecho de cuanto pudiese significar ganar pasta; eso sí, a pesar de ello, su talante era honrado… Por el interés que Lobo tenía por  Caperucita, procuraba aprovechar las ocasiones en las que la joven se dirigía a casa de su abuelita para hablar con ella.

CONTINUANDO CON EL HILO DEL CUENTO

Un día más, la madre de Caperucita la envió a corretear por el bosque con el encargo de la famosa cestita: No corras demasiado, Caperucita, no vayas a romperte la otra pierna; No, mamá, seré buena, y se marchó todo lo zumbando que podía.

El Lobo decidió que ese día le diría algo a la joven. Corrió, dirigiéndose directamente a la casa de la abuelita. Y, por los planes que tenía, pensó que debía mostrarse algo embaucador con la abuela.

–Está usted muy guapa, abuelita…

–No te enrolles Lobo, que se te ve el plumero; si quieres ser amigo de mi nieta, díselo tú directamente sin rodeos…

–Bueno, esperaré fuera hasta que venga…

–No hace falta, puedes quedarte…

–¡Vale!, gracias.

La abuelita se queda observando fijamente a Lobo. No puede aguantarse y le dice:

–Hay que reconocer que tienes una apariencia muy rara, Nicolás; si no te conociese, creo que me asustaría al tenerte aquí.

–¿Por qué lo dice, abuela?

–Porque ¡tienes unas orejas enormes!, chico…

–Es que de esta manera puedo oír mejor todo que los demás se cuentan y capto infinidad de negocios que me interesan…

–¡Vaya, qué listo!, si hasta vas a ser un buen partido… Pero ¡qué manazas tienes!, y tan peludas…

–Así soy capaz de hacer un montón de trabajos de los que me interesan, y con el pelo que tengo paso menos frío en el invierno y me ahorro un montón de pasta…

–Buena respuesta, majo. Pero ¡vaya nariz que te gastas, Nicolás!

–¡Ya!, creo que por esto dicen que tengo mucho olfato para los negocios… Además, me va de coña para oler cosas buenas como las que le trae Caperucita.

–No te la sabes larga ni nada…

–Por cierto, tengo una idea que me ronda…

–¡Vale, vale!, pero no me negarás que tienes una boca, con la que podrías comerme de un solo bocado…

–Precisamente de eso va mi idea…

–¡Ostras, Lobo, ¿no pretenderás comerme…?

–¡Corcho, abuela!, yo nunca le haría daño… Mi boca me va de perlas para zamparme la idea que he tenido…

–Ya me explicarás cómo te vas a comer una idea.

–No, no es eso –responde Lobo algo desorientado. Pero prefiere no continuar con esta conversación tan tonta…, porque se da cuenta de que la jovencita está tardando demasiado: teme que se haya encontrado con otro lobo…

En estas, se oye a Caperucita –que se había retrasado, descansando de vez en cuando sentada en los tocones de los árboles, mientras escuchaba los pajarillos del pelado bosque:

–¡¡Abuelita, ya estoy aquí!!

–¡Pasa, niña, pasa sin llamar, que ya me he enterado de que llegas, y la puerta está abierta…

–¡¡Huy!!, ¡qué susto!, creí que eras un lobo, Nicolás…

–No te preocupes que eso, solo es de segundas mientes… Vengo sin malas intenciones…

–Ya lo sé, Nico, eres un muchacho muy chachi…

–¿Te lo parezco, Cape?

–Pues… sí.

–Que guay, Caperucita, porque quería pedirte si quieres salir conmigo –le espetó discretamente…

–Pos… ¡vale! –le contestó Caperucita ilusionada.

Nicolás Lobo se sintió feliz con la suerte que había tenido: “Qué tontos fueron mis ancestros –pensó–: de esta manera disfrutaré más de Caperucita, el asunto será menos cruento y, la niña, me durará más…”.

El Lobo sí era listo, sí…

–Mira, abuelita, te he traído una cestita con un queso del Súper, un pastel de otro Súper diferente y un tarrito de la miel de la tía Felisa, ¿qué te parece, Abu?

–¡Genial, niña! Me parece de cuento…

–¡¡Esa, esa era la idea!! –dice Lobo…

–¿Qué idea? –se interesa Caperucita.

Nicolás Lobo mostro la precoz capacidad empresarial que había hecho estallar su espíritu emprendedor… y se puso a saltar como un poseso y gritar como un auténtico loco…

–Como me he puesto tan contento de que me dejes salir contigo, me he acordado de que podemos hacer un negocio, bueno como lo que llevas en la cestita y redondo como unas monedas…

Un leñador que pasaba por allí, rumiando cómo se las iba a arreglar para llegar a fin de… día y alimentar a sus tres hijos pequeños y esposa, puesto que ya no tenía trabajo de su especialidad, oyó las voces que salían de la casa de la abuelita de Caperucita:

“¡Alto!, aquí pasa algo… debo ser prudente, pero como nadie puede quitarme nada, voy a ver qué sucede” –se dijo con mucha lógica.

Atisbó con cautela las inmediaciones de la casa de la abuelita, aguzó el oído y de inmediato se percató de lo que sucedía: un lobo lanzando alaridos. Entró en la casa sin llamar. Hasta Lobo dejó de chillar de repente.

–Leñador, ¡vaya susto nos has endiñado! –dijo la abuelita con dulzura.

–Temía que la estuviesen atacando, no se me ocurrió que fuese el chiflado este… Pero ya veo que no pasa nada.

–Amigo Leñador, acabo de tener una idea y me gustaría que hablásemos de negocios.

–Estoy más colgado que una aceituna, o sea, hablemos cuanto quieras…

Lo que Nicolás Lobo se había dicho, era: “La cestita puede ser un negocio clarísimo, promocionado entre otras abuelas”.

El sagaz joven hablo con Leñador. Le hizo un contrato temporal de media jornada para que recogiera fresas…, y media jornada más, sin asegurar, para que fabricase cestitas a destajo: ¡emprendedor, sin duda!

Como valor añadido del producto, Nico pensó en colocar un pan, con forma de cabeza de lobo, en la cestita: la familia en pleno se forró.

Caperucita y Lobo formalizaron sus relaciones y vivieron felices y pudieron comer las perdices, que también cazó el esforzado Leñador. Al fin, todos juntos pudieron decir al unísono: «Colorín colorado esta historia se ha acabado»…

 

Espero que os  haya gustado. ¿Por qué no me lo decís?

Sed felices

AHORA HABLEMOS DE LA POESÍA

Ahora hablemos de la poesía

 

 

Sí, ahora hablemos de la poesía.

Calíope fue la primeras de las musa que narra la mitología griega. Significa ‘La de la bella voz’, y es la voz de todos los poetas…

<~ HABLEMOS DE LA POESÍA

 

Si el ser humano tuviese más conciencia de lo que realmente le conviene, con seguridad pensaría mas en filosofía y menos en economía. Porque el hombre es un ‘animal social’, pero no solo para hacinarse en ciertos lugares, llegar a ser lo más rico posible y prescindir los unos de los otros…

La poesía es una manera de ver y vivir la vida, la vida propia y la de los otros… La poesía no es ese estado alucinado de éxtasis embobado que algunos creen. La poesía es capaz de actuar como decapante vital, permitiendo aflorar los más nobles sentimientos de la persona. Puede hurgar en las entrañas de los hombres, para construir frases de agresión extrema. Frases capaces de mover los corazones anquilosados a fuerza de no pensar en sí mismos ni en los demás…

No creáis que hablo de algo extraordinario. Mirad lo que se dice sobre un escrito:

 

«UN LIBRO ABIERTO ES UN CEREBRO QUE HABLA;
CERRADO, UN AMIGO QUE ESPERA;
OLVIDADO, UN ALMA QUE PERDONA;
DESTRUIDO, UN CORAZÓN QUE LLORA».

(Proverbio hindú)

 

Pues esto, precisamente esto…, no es más que poesía vital.

Aunque hice alguna incursión en la técnica poética, en otros tiempos mis ‘gritos del alma’ no casaban con la métrica ni con la rima. El ritmo de mi corazón lo marcaba la propia vida, la cual tenía que afrontar por encima de mis necesidades espirituales más íntimas…

Parece un contrasentido, pero esos gritos son los que me permitieron hacer poesía (sin tener conciencia de ello) y sobrevivir a la estúpida situación de transitar a contrapelo de mí mismo…

Os digo esto porque, en ocasiones, los testimonios de los otros entroncan con nuestros perplejos sentimientos. Tomad lo que os digo como un testimonio que habla de lo primero que hay que evitar para vivir realmente. Me refiero a no apartarse de aquello que se haya descubierto que son nuestros más íntimos deseos…

Para adornar este artículo, creo que lo pertinente es presentar dos muestras de lo que digo. Una se sitúa en la época de aquellos gritos del alma; la otra, algo más tarde. Vosotros juzgaréis los sentimientos que las provocaron.

 

LAS HORAS

Paso los años temiendo malgastar el tiempo
y los años van pasando y el tiempo transcurre
como si se perdiese, dejando el alma pendida,
sofocada por el peso de las incontables horas
que pasan y pasan sin quedarse en mí, siendo.

No pretendo condenarlas para siempre,
confinadas en lo estrecho de mi ser,
pues lamento la pueril torpeza de no saber
cómo esculpir en ellas tanto ardiente deseo
y plasmar mi forma en su carne sin cesar.

¿Y en esas horas, qué intento de legado
podría ofrecer a la perpetua humanidad
más que un concepto vital, pujante, elaborado,
escalón humano del que otros puedan valerse
para ascender, ver y… crear?

Volver a pensar, volver a indagar,
volver a rogar, volver a caminar,
volver a escribir, volver a dar, volver a vivir,
con el deseo de asomarse al interior del hombre
para continuar legando quién sabe qué ni cuándo…

 

 

 

¿POR QUÉ?

Si remonté elevados montes
como ave salvaje llevada por el viento
sintiendo el vigor del sol golpear mis alas
y la mansa brisa acariciar mi vientre,
¿por qué no me quedé ahí?

Si la lluvia mojó mis sienes,
el trueno selló mis oídos,
el rayo deslumbró mi mente
y un tornado arrastró mis pesares,
¿por qué no me quedé ahí?

Cuando el mar reflejaba mi vuelo en salino espejo
y los prados, mullidos de flores, acogían mi ser
entre los pájaros, la hierba y la paz del silencio,
¿por qué las nubes ocultaron la vida de mi sueño?
¡¿Por qué,… por qué tuve que despertar?!

 

Tomad estas manifestaciones como parte de lo que os dije que intentaría: ser sincero con vosotros

 

¿POR DÓNDE VAN LOS TIROS?

Imagen de FOTOLIA

<~ POR DÓNDE VAN LOS TIROS

Inicio esta entrada con una especie de declaración de intereses:

 

< Preparo el campo de mi conciencia
para la mejor cosecha;
aro con mi pluma y siembro ideas
con la esperanza de sus frutos…
Mas, si no es la lluvia es el granizo,
el viento, el polémico vecino,
o que todo ello se alíe para arramblar
con ese sincero propósito…
La esperanza está en que, de todo ello, quede algo…
algo para ti, algo para mí…, algo para todos,
que justifique el esfuerzo realizado
y mantenga mi dicha por la vida >.

 

¿QUÉ SIGNIFICA  ESCRIBIR Y CÓMO ZAFARSE  DE  ELLO?

Los que tenéis un sentimiento claro sobre el quehacer literario, pensaréis que voy a tratar de una historia banal, de una historia que hablará de lo inútil… En cierta forma, no os falta razón, sobre todo en lo que se refiere a la segunda parte del título.

Porque, como dice Alejandro Quintana, “Hay gente que escribe, hay gente a la que le gusta escribir y hasta lo hace bien: pero de ahí a ser escritor, hay un largo trecho, porque para ser escritor hay que haber pasado por el oficio de escritor”.

Es cierto, puesto que no basta haber publicado para llamarse escritor. Todos sabemos de libros que están escritos como embastados con ideas, más o menos acertadas, que dejan débil el tejido de la historia que se cuenta, débil y mal formado como para correr el riesgo de leerla tambaleándose entre sus páginas. Seguro que sabéis de lo que hablo.

Solo resisto porque me apasiona escribir

En realidad escribir -tener voluntad de hacerlo- significa más seguir un camino inconsciente que nos ayuda a comprender la vida y nos ofrece la oportunidad de repartir nuestro caminar entre el sufrir y el gozar haciéndolo, más que cualquier otra cosa.

A nadie que se le obligase a escribir sería capaz de hacerlo durante mucho tiempo; esto todos lo sabemos, porque, como decía el periodista Vittorio Messori:

La preparación de un libro –si se pretende trabajar como es debido- requiere años: ninguna contrapartida de dinero o de notoriedad podría recompensar el fastidio, el aburrimiento, el esfuerzo de un trabajo solitario como el escribir, si no respondiese a una necesidad, si no fuera una elección nuestra, una urgencia que nace de dentro de uno mismo”.

Pero creo con sinceridad que el que ha sido tocado por estas cuestiones, difícilmente podrá zafarse de ellas…

¿Compartes este sentir…?

Creo que si buscas leer es porque deseas el puro placer de la lectura, distracción, aprender tal vez… Aspiro a mostrarte lo que pienso y siento para que te sirva de inspiración, si ello es posible, eso sí, mientras te entretengo.

Como intento comunicarme contigo, paciente lector, si en lo sucesivo entras en esta página, será muy grato que opines de vez en cuando sobre qué te parece para saber qué puedo ofrecerte de lo que tengo… Me dejarás muy contento o muy triste, pero, en todo caso…, orientado.

 

Y después de lo dicho, deja que te hable de algo que tiene importancia:

 

EL RINCÓN 

 

Parece lógico que cuando alguien irrumpe en el espacio vital de otras personas, salude, se presente e intente establecer algún tipo de vínculo con el entorno de los otros. Por ello quiero hablaros del rincón. Sí, el rincón, porque el lugar en el que nos dediquemos a escribir tiene suma importancia, aunque se trate de un simple rincón.

Hay personas que incluso hallan ese espacio en la barra de un bar -hay gente para todo- y está muy bien, siempre que responda a lo que les permite expresarse con plena libertad, puesto que de libertad se trata cuando queremos dedicarnos a escribir lo que sea.

A mí, lo que me importa de ese rincón, es que permita que conquiste definitivamente mi voluntad literaria, puesto que el lugar ha ido cambiando periódicamente, pero el ansia de escribir no ha cedido terreno.

Comprendo que el título de este blog podría situarme en la categoría de poeta alucinado, pero -aunque algo alucinado soy- no respondería a la realidad. Lo que ocurre es que sí creo que la mente tiene auténticas alas; el escritor también las tiene al dejar su mente volar en libertar para decir cuanto le venga en gana y ofrecer… hasta su alma si cabe.

El logo del Blog así lo expresa.

Sed felices