UNA BREVE PINCELADA PREHISTÓRICA

UNA BREVE PINCELADA PREHISTÓRICA

EL LUGAR DE LOS HECHOS

 

Una breve pincelada prehistórica

MESOPOTAMIA EN EL NEOLÍTICO

Los asentamientos humanos más antiguos, datan del 6.700 al 6500 a.C. y se dieron en Mesopotamia, en la denominada ‘Creciente Fértil‘ (en la zona de los ríos Tigris y Eufrates).

 

Una breve pincelada prehistócica

 

UNA BREVE PINCELADA PREHISTÓRICA:

¡Hermano Homo!

 

La historia que os voy a relatar, que no es más que una breve pincelada prehistórica, se centra en cuatro personajes de allá por el Neolítico…

Los cuatro fueron protagonistas de alguno de los peldaños fundamentales de la gran escalera de descubrimientos del ser humano.

Lo que sigue, es el intento de visualizar con el corazón el contenido humano que subyace en las obras que constituyen la denominada Ciencia. Una breve pincelada prehistórica: ‘Hermano Homo!, pretende ser el primero de los relatos de homenaje a nuestros esforzados Homos Sapiens; a fin de cuentas, ellos nos enseñaron muchas y grandes cosas.

Comprimido en el espacio y el tiempo, es posible contemplar un panorama algo distorsionado de la Historia que me permita abarcar lo que me interesa.

Esta narración se inicia cuando ya habían pasado los tiempos en los que cada gesto de la Naturaleza se medía en vidas, en los que el sentimiento era instinto de conservación, pues cada día era constante acecho y lucha sin fin; aquellos tiempos en los que el pensamiento estaba cristalizado en la vida comunitaria, lograr alimentos y procrear; tiempos en los que la onomatopeya y el gesto eran los progenitores de las palabras; estas apenas acababan de revelarse como tales; tiempos en los que el concepto del ser no existía en las mentes y en los que el existir solo era lo que se veía.

También habían pasado los tiempos en los que los crueles gestos de la Naturaleza eran el rudimento del espejo al que miraban los hombres para intuir, en un atisbo de inteligencia desnuda, ya no instinto, que todo no acababa aquí…

Y ya habían quedado muy atrás los tiempos en el que un SER tomó el relevo a

13.700 millones de años desde el estallido energético que motivó la aparición del Universo,

4.600 millones de años desde la formación de la Tierra,

600 millones de años desde la aparición de la vida en la Tierra,

4,5 millones de años desde la configuración de su especie (un homínido), y aún esperó pacientemente, enfrascado en su tremendo combate diario, unos

2 millones de años más…

Hasta AQUEL INSTANTE PORTENTOSO en el que, tal vez, mirara sus manos desconcertado y, al elevarlas hacia el firmamento, pareciendo tocar las estrellas, adquiriera CONCIENCIA de cuanto le rodeaba, se planteara quién sabe qué idea y se lanzara a transformar el mundo con sus manos, su idea y lo infinito del brillo de las estrellas prendido a su nuevo ente de ¡Homo!

Desde esos tiempos ya pasados hasta nuestro relato, hubo seres
~ capaces de insignificantes gestas como descubrir el fuego y sus maléficos beneficios y doblegarlo para sus necesidades;
~ capaces de ‘crear’ el mismo fuego utilizando la chispa de dos labios de pirita o pedernal en un potente beso;
~ capaces de reunir conocimientos para proveerse de pesca, caza y recolectar alimentos:
~ capaces de observar con paciencia las variaciones de lo que les presentaba la Naturaleza, en los ciclos de la Luna y del Sol, para > condensarlo todo en el cosechar y advertir con perspicacia la activad procreadora incontrolada de la fauna para entenderla y utilizarla, y, con ambos conocimientos, lograr emanciparse del trashumar y poder crecer en seguridad e inteligencia.

Fueron capaces, en suma, de gesticular, mirar, escuchar, discernir, respetar, mostrar, aprender, enseñar, meditar…, amar…, ¡¡hablar!!… ¡Señor, qué belleza!

 

Iré añadiendo entradas sobre esta evolución, recreando las situaciones que el Homo pudo vivir, al idear acontecimientos básicos de su evolución.

CONTINÚA LA EXPERIENCIA DEL BIG BANG

Continúa la experiencia del Big Bang

 

<<~ CONTINÚA LA EXPERIENCIA DEL BIG BANG

 

La Ciencia, resumida en el empecinado criterio de Albert Einstein, consideró hasta el primer tercio del siglo XX que el Universo se presentaba como un estático cuadro de galaxias, formadas por dinámicos sistemas planetarios alrededor de cada una de sus estrellas -o soles, como os guste más llamarlos-. Esta era la situación que no permitía entenderlo todo de ese sugestivo Cosmos…

George Lamaître constató que aquél Cosmos estático no lo era, que se expandía sin cesar y que, siendo así, como todo tiene un principio, podía buscase el origen de este Universo, el punto del que partía todo.

Según las evidencias físico-matemáticas, un tiempo imparable como el nuestro, con un espacio hiperbólico (que se tuvo que demostrar) en expansión, como parece que es el nuestro, tenía que partir de una singularidad desde hace un tiempo finito: de ahí su teoría del Big Bang, que ‘buscaba la punta’ de ese mundo hiperbólico.

Ahora, la ley de Hubble cuantifica este momento original. Pero Lamaître ya pronosticó y cuantificó estos hechos cuando nadie quiso hacerle el menor caso.

Así que, remontándonos en el espacio y el tiempo, llegamos al espectáculo imaginativo de ese Big-Bang que tendríamos que poder justificar…

 

TODO comenzó, quién sabe el por qué, en un determinado punto del Universo que, por lo extraordinario, llamamos singular. Aunque los científicos consideren que fue debido a las condiciones energéticas de la denominada densidad crítica en ese punto y momento, lo cierto es que, quién sabe por qué, de repente… ¡¡bang!!, apareció espacio, tiempo y masa…

El Universo se presentaba vacío, bueno, lo más propio sería decir inexistente, salvo ese punto singular henchido de energía.

Una de las conocidas leyes físicas, concreta que «la energía de un sistema no se crea ni se destruye, solo puede transformarse». Se trata del «Principio de la Conservación de la Energía» -que enunció Nicolás Carnot en 1824 y, luego, Rudolf Claussius y Lord Kelvin, formularon en términos matemáticos-.

Este Principio pasó a definir la «Primera Ley de la Termodinámica» del mundo macroscópico. Ya os habréis dado cuenta de que esta ley viene a decir que la energía no aparece por las buenas.

Cuando nos referimos al Universo Primigenio, no podemos hablar de sistema cerrado -que sería aquel que permitiría intercambio nada más que de energía con el medio exterior-. De manera estricta, por lo que conocemos, no había un ‘fuera’ del Universo, solo un ‘en’ el Universo; no podía intercambiar energía con el exterior y, por ello, se trata de un sistema aislado, entonces un punto en la nada.

En un indefinible momento, aquella singularidad hizo explosión y apareció el concepto del tiempo que, desde entonces, fue creando espacio, como lo hace en la actualidad: se formó un Universo en una fracción ‘inmedible’ de ese tiempo. Este Universo no dejó de ser aislado: sistema aislado… infinito. Otra cuestión fue la posibilidad de que, en ese sistema aislado, existiera un tipo de energía en un cierto estado que provocase el hecho de transformarse.

Lo que está claro es que a partir del Big-Bang aquel universo puntual adquirió otro estado, el estado que le proporcionaron las leyes que hemos ido descubriendo. Podemos conjeturar que, si las leyes actuales que sustentan el mundo hubiesen sido otras, el mundo actual sería distinto, o que, si el mundo hubiese sido distinto del actual, las leyes físicas que lo configuraron, hubiesen sido distintas de las actuales. Bien está, parece lógico.

 

Se me antoja como una obsesión el que se quiera localizar la situación de ese punto singular. Porque hablamos de un ‘punto’ en una inmensidad (mejor, una ‘nada’), cuya localización no cambiaría en absoluto la situación actual del problema básico. Dicho de otra forma: parece obsesivo afanarse en localizar un punto físico inicial  del Gran Acontecimiento.

Pero, seamos justos, hay muchas cosas de la ciencia que han resultaron vitales para entender el mundo en el que nos ha tocado vivir…

Se han hallado evidencias de la validez de la teoría de La gran Explosión, y no quiero liaros con las nuevas investigaciones que incluso continúan poniendo en tela de juicio esta Teoría.

Que la Ciencia siga su camino. Nosotros, si queremos, podemos estar atentos a la evolución de su criterio en esta y en otras cuestiones: puede resultar muy saludable para el intelecto. No todo consiste en sumergirse en el vaivén del transcurso de la evolución del poder ‘humano’ que asola nuestra estimada Tierra.

Y el asunto continúa