ARAÑANDO UNA FELICIDAD ESQUIVA

ARAÑANDO UNA FELICIDAD ESQUIVA

ARAÑANDO UNA FELICIDAD ESQUIVA

 

 

Si os topáis con problemas de convivencia, no permitáis que las circunstancias os pesen arañando una felicidad esquiva. Fomentad el autoconocimiento y el conocimiento mutuo, decid lo que sentís, hablar de aquello a lo que aspiráis, hablad de lo que os choca y os daña…

 

Abrid los ojos y veréis que detrás de cada pequeña frustración, se esconde un gran peligro, el peligro de huir hacia lo que se cree un mejor… Y apenas rascáis un poco, descubrís las pequeñas frustraciones de los mayores, que en vosotros se hicieron muy grandes.

Os provocaron desorientaciones que fueron semilla de futuros fracasos. Porque propiciaron la rotura de amores compartidos y el quiebro de planes en común. Rotura hacia la ruptura de cuanto os podría dar estabilidad emocional y la mínima paz interior para ir entendiendo y poder continuar caminando…

Entonces es cuando todo se arroja por la borda para no ahogarnos. Y esto no nos permite flotar más, por más que lo creamos…

 

Pero todo esto no son más que palabras vacías cuando estamos enfurruñados. O estamos tristes, cansados, deprimidos…, ofuscados. Cuando creemos que estamos solos, aislados, incomprendidos…, aunque no sea cierto ni por ensoñación…

No es cierto que estemos en situaciones de abandono: son imaginaciones de nuestro mal estado de ánimo. Estos sentimientos son fruto de los irrefrenables deseos de huir buscando una liberación de ese opresivo estado interior personal.

 

Tenemos una tendencia compulsiva a querer sentirnos felices. Aunque no lo seamos, preferimos creer que lo somos… Y de esta forma nos incapacitamos para plantearnos cuál es el problema en realidad. Y, así, no buscamos soluciones, que en muchas ocasiones podrían hallarse en común sin romper aquellos amores…

Somos seres pensantes, lo cual nos diferencia del resto de los animales. Los otros animales también discuten y se pelean por lo que representa su bienestar. Pero la gran diferencia está en que nosotros albergamos muchas más sutilezas intelectuales.

No nos satisfacen las salidas drásticas para lograr nuestros deseos de equilibrio emocional. Nosotros tenemos que encontrar soluciones que colmen nuestras necesidades, pero también las de los demás… Aquello que puede constituir nuestra felicidad, para nosotros, debe ser francamente más racional…

 

No nos engañemos con cantos de sirena que hablan de liberarnos rompiendo, quitando lastre, separando, rechazando, no escuchando, porque solo lograremos que nuestra felicidad sea todavía más esquiva…

EN BUSCA DEL AHORRO ENERGÉTICO-2

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LAS EXPLICACIONES

 

-¿Qué te sucedió en el campo, Daarko, qué te pasó?
-Fue algo sencillo. Quise incorporarme después de caerme y no logré hacerlo. En el segundo intento, al ir a apoyar las manos de nuevo, lo hice sobre las huellas que ya habían dejado en la tierra, y entonces lo vi claro…

-¿Qué es lo que viste, Daarko?
-Krould, coloqué mis dedos sobre la huella y entonces me di cuenta de lo que buscaba. Quería encontrar la manera de facilitar los trueques, sobre todo por las pérdidas que nos ocasionaban las malas operaciones.
-¿Pero qué era lo que buscabas?
-Yo tampoco estaba seguro, pero hacía tiempo que me rondaba una idea comparativa

-¿Comparativa?
-Sí, no sabía cómo, pero tenía que lograr que no fuese necesario transportar los productos para mostrarlos. Un día pensé que podía llevar palitos o pequeñas piedras en lugar de los objetos. Me puse muy contento, pero sabía que había algo más.

-¡Eres genial, Daarko, eso ya habría sido suficiente! ¿Por qué no lo dijiste? Todos se hubiesen alegrado.
-¡Claro, pero quise probar cómo funcionaba el asunto antes de comunicarlo. Y, como te dije, sabía que me rondaba por la cabeza algo más que no llegaba a captar lo que era…Al ver mis manos de inmediato lo supe. En lugar de piedrecillas podemos llevar trazos en una tabla, tantos como objetos. Por eso hablé de comparativa.

-¡Amigo, esto es todavía más genial! ¡Eres formidable! Todos te felicitarán por tu gran idea.
-No quiero que me feliciten. Antes quiero estar seguro de que aquí acaba todo lo que me inquietaba. Me felicitaré a mí mismo, si llego a saberlo. Lo único que deseo es ser útil.

-¿Y a ti, Krould, qué te pasó? Me gritaste muy alterado diciéndome que me entendías. Yo sé que esto no fue por el final de tu liderazgo en el arrastre de piedras –bromea Daarko.
-¡No me lo recuerdes, majadero! ¡Qué ridículo, que vergüenza con Shieja! Suerte que a ella no le importó; lo sintió, pero dijo que la próxima vez no sucedería, porque ella no iría. Me lo tomé en serio, pero al empezar a quejarme, me dijo que era una broma. Y, por cierto, ¡qué tortazo, madre!

-Sí, terrible. ¿Pero qué fue lo que te pasó por la cabeza?
-Tú también sabes lo que me preocupaba por evitar el esfuerzo que hacemos con muchas de las operaciones que realizamos a diario. Yo lo considero un esfuerzo innecesario, ya te lo dije –su amigo afirma sin decir palabra-. Cuando caí de aquella forma tan brutal (no pienso repetirlo en mi vida), al levantarme y ver lo que había pasado creí que había dado con la solución.

-¡¿Y no fue así?!
-Sí, así fue. Después de la lucha volví al mismo lugar. Las cosas no estaban igual, pensé que alguien debía haberlas cambiado, pregunté y me lo confirmaron. A pesar de ello, por los rastros y lo que recordaba haber visto, supe lo que sucedió.
-Lo que debiste ver, salvo que tus ojos estuviesen demasiado entretenidos en otras cuestiones, -bromea a su amigo.

Krould, a modo de lacónica respuesta, le propina un soberbio puñetazo en el hombro, que transfigura la cara de Daarko-, ¡¡ay!!, ¡animal!…
-Perdóoon… ¡Bueno!…Pues ya viste que me precipité a toda marcha como un toro…
-¡Nunca mejor dicho!
-¡Calla!, no me interrumpas…
-¡Vaaale!

-Al caer, el choque fue tan fuerte que rompí una de las estacas. Para romperla, tenía que estar trabada en algún lugar. Además, no podía estar apoyada sobre el suelo. Al levantarme, miré hacia donde estaban las piedras. Ya no tenían la misma posición que cuando las había visto un instante antes de tropezar. Se habían movido…
-¡Claro! ¿Pero tú sabes la torta que te pegaste, amigo? Era natural que se moviesen…
-Claro…, pero no tres buenos pasos. Y la que se había movido era la más grande. La otra estaba en el mismo lugar con el palo roto encima…

-¡Cor-cho-lisss…!
– Pues eso…

 

Y la historia continúa