BALADA DE SENTIMIENTOS ENCONADOS

BALADA DE SENTIMIENTOS ENCONADOS

BALADA DE LOS SENTIMIENTOS ENCONADOS

Mientras deambulaba entre reflexiones casi inconscientes, sin más, comprendí que lo que andaba pensando os lo tenía que transmitir…

 

SENTIMIENTOS ENCONADOS

Al errar por las lindes de mi mente
surgieron emociones en llamas,
lidiando entre ellas como niñas.

Movido por un afán de concordia,
que sin duda yo me reclamaba,
intenté con cuantos medios pude
aplacar la revolución de sus furores,
apelando a cuanto supe y pude,
hasta llegar al mismísimo cielo.

En esta situación, introspectiva y tonta,
escuché cuanto chillaban mis niñas
expresado a golpes de tira y afloja.

Mía fue la sorpresa al hacerlo,
puesto que de una simple escaramuza
me vi cavilando en temas recurrentes
que acepto y rechazo, según mi día;
cuestiones que me sitúan en la brecha
de lo que sé… sin que sepa quererlo.

Sí, mis sentimientos saltan como pájaros
o, quizás, se deslizan como culebras,
intentando zafarse de mi conciencia.

Y me descubro de nuevo a la espera,
con el propósito en mi empeño
de asir cualquier ave pasajera
que me lleve hasta las estrellas,
o de anclar con firmeza en la tierra
el serpenteo de esa conciencia.

Propósito vacilante y vigoroso,
que una y otra vez descubro y pierdo
amarrado al extremo de mis anhelos.

Esto no delata que me halle perdido,
pues siento que acompaña mi ruta
el trinar de los pájaros del ensueño
o el sinuoso siseo de las culebras,
que me hablan, constantemente,
de lo que dicen que somos todos.

Pero, en esta espera, me pregunto
el porqué aquellas emociones enconadas
 llenan el alma y turban el pensamiento.

 

 

LA GEOMETRÍA DEL ANCESTRO-1

La geometría del ancestro-1

Dos venus enfrentadas, probablemente en actitud de danzar.

La geometría lo invadió todo desde el principio. A esto no podía sustraerse el arte primigenio.

 

<<~ LA GEOMETRÍA DEL ANCESTRO

NADA MÁS SEGURO PARA SENTARSE QUE UN BUEN TOCÓN

La geometría del ancestro-1

La amistad entre Daarko y Krould se intensificó a raíz de lo que sucedió durante los festejos de la Reunión de los Clanes. Comprobaron que la simbiosis de las mentes puede dar grandes resultados, al elaborar ideas hacia la comunidad.

A fin de cuentas, en aquellos tiempos, la capacidad de proyección del pensamiento hacia el futuro ya era corriente en el ser humano.
Por ejemplo, cuando degustaban un sabroso asado de carne, la mente hacía tiempo que había proyectado cazar, recolectar distintos frutos, bayas, vegetales frescos, hierbas aromáticas, transportarlo todo al campamento, disponer el fuego y los útiles necesarios para poder obtener el resultado que se había planeado.

Como es lógico, la actividad de los dos muchachos no cesaba en ningún sentido. Tanto en el esfuerzo físico diario como en la inquietud mental siempre en vilo, cada uno con su propia manera de ser.
Ambos jóvenes no cesaban de plantearse incógnitas acerca de cuanto les rodeaba y de planear cómo resolverlas. Pero hubo un suceso que tuvo una especial importancia.

Los días transcurrían en el poblado, en esencia, como la vida de una laboriosa colmena. Cada individuo sabe lo que tiene que hacer para que el conjunto de la comunidad se mantenga. Solo que en esta comunidad todo era más feliz al saber que la lucha de su labor les permitiría mantenerse y progresar.
Cada uno de sus miembros se afanaba en ello. Tal vez la felicidad esté cerca de la labor bien realizada y en la conciencia de su utilidad.
El amplio sendero que conducía al inmenso y tupido bosque cercano estaba bordeado de cultivos diversos. Ello reflejaba el gran esfuerzo humano realizado.

Las huertas también mostraban su cara más tierna, que hablaba del mimo con que eran tratadas. Por ese motivo estaban situadas en ciertos abrigos más alejados de los lugares transitados con mayor frecuencia.

Esto no impedía que sus jugosos frutos hortelanos, lanzasen coquetos guiños, a los que pasaban. Para llamar su atención, mostraban su mejor vestimenta de vegetal, brillando por los rayos de sol.

Algo más allá se hallaban cercados destinados a albergar una importante variedad de animales. Sin duda, destinados al consumo de leche y carne o para la reproducción controlada.

Desde cualquier lugar afloraban a intermitencias variopintas y nutridas bandadas de ruidosas aves de diversas especies. Interpretaban al unísono un concierto interminable, sincopado en sonidos y colores. Si durante el día esta música entrañable cesase, los habitantes del lugar se sumirían en el desconcierto por su ausencia. Y ello, a pesar del esfuerzo que empleaban todos en mantener a raya esa voraz tropa.

Al fondo, más elevado, se hallaba el frondoso bosque, auténtica despensa de todo tipo de bayas, frutos y hongos. De igual forma, lo poblaban multitud de especies animales, algunas inspiradoras de auténtico respeto.
Por fin, ese bosque, les proporcionaba madera e, incluso, era motivo de solaz en ciertos calurosos días. Era el bosque que, con sus rumores y sus silencios, tanto les decía a los agradecidos habitantes del lugar.
Enmarcaba al conjunto un cielo salpicado de tenues e intrincadas nubes. La benignidad del día justificaba el por qué los moradores del poblado se consideraban tan dichosos. Se hallaban sumidos en la intuición de que la Naturaleza les besaba, protegía y acunaba día y noche.

Nuestros amigos habían decidido dirigirse al estimado bosque para seleccionar el árbol que les proporcionase unos cuantos tocones para taburetes.
En el tiempo de la narración ya se utilizaban secciones de tronco, desbastadas y de longitud adecuada, como rodillos para el arrastre de cuerpos pesados. La operación requería un descomunal esfuerzo, pues era necesario ir reponiendo los tocones que quedaban atrás.
Era una labor que solo podía realizarse para trayectos cortos. A pesar de todo resultaba muy gravosa en materiales y esfuerzo. No obstante que utilizaba, siempre que era posible, la ayuda de ganado.

Una vez más, a Krould le resultaba impertinente y penosa, una labor que intuía poder realizarla de forma más limpia y menos animalesca. Era la preocupación actual del fortísimo joven.

A decir verdad, también Daarko participaba de esta inquietud, porque el asunto era bastante agotador. Incluso peligroso, debido al auge que cobraba el sinfín de obras realizadas en el poblado.

Los amigos tenían por costumbre aprovechar estos viajes para desfogarse del cúmulo de tensiones a que se veían sometidos a diario. Corrían sin control, saltaban como auténticos monos con ganas de juerga. Reían sin ton ni son y se propinaban cuantos codazos, empujones, golpes y patadas eran capaces de resistir. En resumen: una delicia…

Los amigos se merecían la diversión porque en el momento que se ponían manos a la obra eran auténticas máquinas.
Casi siempre, tanto la operación de desbaste de troncos como la de transporte, las realizaban varias personas durante varios días. Era lo lógico. Esta era la causa de la preocupación que persistía en los jóvenes: a pesar de estar todos casi agotados, tenían que abordar la operación de traslado lo antes posible, lo que resultaba extenuante.
En esta ocasión todo fue rodado. Una vez Krould y Daarko lograron elegir un árbol del grosor adecuado, los jóvenes solo cortaron y limpiaron unos cuantos tarugos de leña. Los desbastaron y trocearon.

Al terminar su labor, los dos muchachos acarrearon tres trozos de tronco cada uno y se dispusieron a regresar a sus hogares. Al llegar al poblado darían aviso de que la operación estaba lista para que se dispusiese el traslado de las piezas que quedaron en el bosque.
Hasta ahora todo marchaba bien.

Luego, ya veremos qué sucede en ‘Sueño entre grillos y arañas’…