<<~ (GEOMETRÍA DEL ANCESTRO-2)
SUEÑO ENTRE GRILLOS Y ARAÑAS
El camino de vuelta no resultó tan placentero como había sido el de ida. Pero la fortaleza de ambos jóvenes compensó la dificultad que representaba la dura tarea.
Al llegar al poblado, según la costumbre, a cada uno se le obsequiaba con un taburete, una buena comida y un merecido descanso. Como era de suponer, ambos comieron como auténticas fieras.
A la hora de descansar Daarko prefirió darse un baño en el arroyo cercano antes de hacerlo. Una vez se hubo relajado con el chapuzón, regresó a su casa. En lugar de tenderse a dormir, se dispuso a practicar un dibujo en el asiento que había logrado con tanto esfuerzo.
El tema que había elegido consistía en dibujar círculos concéntricos en una de las bases del tacón. Los trazaba con un marcador cogido entre índice y pulgar y deslizando el dedo meñique por el borde del asiento. Le gustó el resultado y se dispuso a continuar el dibujo que ya había empezado en otro taburete.
El segundo dibujo consistiría en la representación de una araña colgada de su tela, situada en el centro del asiento. Apenas logró terminar el trazado minucioso de la araña le venció el sueño. Antes de abandonar la labor miró el resultado de ambos trabajos, el de los círculos, en primer lugar y el de la araña, después.
El trabajo con la araña, lo encontró interesante y, con un gesto de satisfacción, tomó el tronco entre sus manos. Al colocarlo vertical sobre el suelo, giró levemente ocasionando un ligero balanceo. Le resultó gracioso el movimiento de la araña dibujada, como si caminase algo ebria. Daarko titubeó un segundo sorprendido por una incierta sensación y con esta impresión se fue a acostar sin pensárselo más.
Desde su dormitorio, Daarko, podía oír el chirriante recital de los grillos, repetitivo, monótono, imparable… Las impresiones del día circulaban por su mente semiinconsciente con el cálido plan de acunarle durante la noche.
La machacona serenata provocó que se le representara la araña de su taburete sumida en una especie de danza entre inmóvil y en suave vaivén. Ya casi dormido, esa danza le provocó un cierto malestar, una inquietud que era incapaz de definir. En la situación en que se hallaba sumido, acabó por aceptar que el deseado sueño le arrastrase allí donde él quisiera.
La verdad es que Daarko no durmió esa noche como necesitaba hacerlo. La araña de sus sueños no fue todo lo benévola que hubiese deseado. En su danza, entremezclaba un bamboleo burlón con una especie de sonrisa, que le hablaba de enigma y duda, que fastidiaba al semiinconsciente muchacho.
‘¿Una araña que sonríe?, ¡vamos, esto es el acabose!’ –parecía que se dijese Daarko a cada vuelta que daba en su lecho.
Una especie de nebulosa envolvía el ambiente poblado de aquellos monótonos chirridos. Fogonazos, a modo de destellos luminosos, pujaban por atravesar la bruma entre la que el durmiente parecía descansar. Cuando lo lograban, aparecía la araña enfrascada en un lento giro, que sonreía y se balanceaba como una especie de tentetieso impertinente. Esto provocaba en el joven una creciente ansiedad que, hasta dormido, conocía muy bien.
Un parpadeante rayo de sol le cosquilleaba sonriendo, cuando Daarko entreabrió los ojos más cansado que al acostarse. Adquirió conciencia de su situación, recordó la mala noche pasada y se levantó decidido como era su costumbre. Lo hizo con buen ánimo, pero algo molesto por el sueño de la araña danzante.
Krould se dio cuenta de inmediato de que algo le sucedía a su amigo.
-¿No estás cansado, Daarko? La verdad es que yo estoy molido a pesar de haber dormido como un auténtico ‘tronco’.
-¡Je!, muy agudo… Estoy un poco cansado. Pero creo que no solo se debe a que he dormido fatal, sino por el motivo que he tenido para ello.
Y Daarko explica a su amigo lo sucedido; en sus palabras se refleja la creciente inquietud que le embargaba.
-Te conozco, amigo, y sé que algo te sucede. Creo que a los dos nos irá muy bien uno de esos chapuzones colosales que solo nosotros somos capaces de darnos…
-No nos lo pensemos y vamos a hacerlo, porque luego tenemos que ir a ayudar a la gente a terminar los asientos que preparamos ayer.
Como era natural, el baño fue efectivo y ya en marcha hacia el prolífico bosque, los amigos intercambian impresiones. Lo hacen sobre la cuestión del transporte de materiales pesados a grandes distancias. Sin apenas notarlo, llegan al lugar de trabajo y se incorporan a la labor que los otros hombres ya realizaban desde hacía rato.
–Habéis venido muy pronto –les dice uno de los hombres–, no os esperábamos hasta la tarde. Es cierto que sois unos muchachos muy responsables…
–¡Y fuertes como mulas! –les grita otro entre las carcajadas de todos…
–¡¡Vale, vale!! –corea Krould en tono de falso enfado–, si lo hubiésemos pensado mejor aún estaríamos en la cama…
–Ja, ja, no os enfadéis que ya os esperábamos. Traemos una comida formidable preparada para vosotros.
–¡¡Bravo y tres veces bravo!! –gritan los dos amigos en improvisado y desentonado dúo, al que responden los otros con un coro de carcajadas.
Al fin, lograron terminar con el traslado de tocones en solo dos días. Todos lo celebraron con el acuerdo de organizar una cena comunitaria. ¡Vítores a diestro y siniestro! Los jóvenes se entusiasmaron al pensar que podrán encontrarse con sus queridas amigas Riemah i Shieja.
Daarko decide emplear parte de esa tarde en terminar el dibujo de su querida araña, que dejó pendiente. Al completar la tela a la que estaba prendido el animal, el efecto es excelente. El joven decide añadir un insecto apresado en dicha tela.
Al terminar el trabajo, lo mira con detenimiento, de cerca y a distancia. Se queda muy satisfecho. ‘Por la noche causará sensación en el poblado’ -piensa, y se echa a descansar.
Como es natural, todo el mundo está alegre y satisfecho por la labor realizada. Unos por necesidad y otros por cortesía, todos utilizan los nuevos taburetes en la reunión.
Cuando Daarko muestra su tacón para dar una sorpresa a Riemah, todos quedan ensimismados al ver tal obra de arte. La misma Riemah no puede contener las lágrimas por la emoción que le causa.
-¿Cómo es posible que hayas sido tan fiel a la realidad, Daarko? –le pregunta su amiga, admirada, con los ojos brillantes y casi sin aliento.
Daarko, sonrojado, sin apenas levantar la mirada y en un tono de suma modestia, se atrevió a contestarle con un hilo de voz, casi inaudible entre el jolgorio que se había organizado:
-Es que se pasó toda la noche sonriéndome…- ¡¡¡ Risotada general!!!
Risotada general, que no fue más que el preludio de lo que iba a suceder en ‘Vean el numerito circense‘