RECORDAR O NO RECORDAR, ESTA ES LA CUESTIÓN

Recordar es fundamental para la sociedad

 

RECORDAR O NO RECORDAR, ESA ES LA CUESTIÓN

 

Hay cosas que, por visibles, no se ven…

¿Cuántos se han olvidado de algo por llevar un hilo en el dedo, por poner un mensaje sobre el teclado del ordenador, por colocar un letrero en la nevera durante demasiado tiempo, y un etcétera largo como la cola de unas votaciones?

El motivo, parece tonto, pero es bien sencillo: en general, lo demasiado aparente, una vez vencido el primer impacto, se nos hace invisible… No es cuestión de falta de atención, estupidez o falta de memoria, NO. Es la facultad que posee el ser humano de ‘liberar la atención’ para fijarla en cuanto le interesa de manera inmediata… Tal vez, si no fuera así, dislocaríamos nuestra concentración

Las sociedades desarrolladas funcionan mediante un sistema de impuestos para cubrir cuanto sea comunitario. Como lo es tener sanidad pública, educación pública, transporte, carreteras, bibliotecas, parques, mercados a los que acudir.Y agua, electricidad, energía en general y otro de esos etcétera que difícilmente se acaba. Tener todo esto, lo consideramos justo, necesario y de derecho adquirido con los impuestos que se pagan…

Esto es otra forma de no percibir todo lo que hay, todo lo que tenemos en las narices sin darle la menor importancia… Solo se la daremos cuando visitemos cualquier país de los que consideramos un tercer mundo. Esto es muy injusto, y, sobre esta injusticia, ya os comentaré algo otro día.

En las sociedades ‘desarrolladas’, anudamos un hilo invisible al cerebro de nuestra zona de confort. Así, damos por sentados nuestros derechos, y ya no le damos más vueltas al asunto…

Toda esta parrafada, ¿a qué viene?

Puesto viene a cuento de algo que me he planteado una y otra vez.

Cuando la ‘Justicia’ actúa y separa los malos de los buenos –asunto terriblemente delicado y relativo–, ocurre que no siempre el malo lo ha sido. Tontería, error desafortunado, falta de pruebas a favor, falta de pasta, falta de buena asistencia profesional, falta de ganas, falta de interés, falta de sentido común…, falta de justicia. Pues bien, esto ocurre: a veces, el malo, no lo es tanto como lo consideraron…

Ahora es cuando viene la pregunta del millón: ¿y entonces qué?

Sí, sí, ¿entonces qué? Cómo es posible compensar al que le ha tocado esta tremenda lotería adversa –que, además, había pagado con sus impuestos–.  Sí, lo tenéis claro, de ninguna forma.

Y hay que tener en cuenta que este fallo de justicia –esta injusticia– afecta a profesión, dinero, honor personal, familia desprotegida y señalada…

 

¿Cómo compensaremos el tiempo expoliado?

Pues sí, este es el tuétano del triste hueso –difícil de roer– de la cuestión: el tiempo. ¿Quién puede compensar el tiempo perdido del defraudado reo? Nadie.

Y llegamos al caso de un hipotético individuo que ha sido encarcelado por ideas que no vulneran el bien común, sino todo lo contrario. Que le marginan los derechos universales que se han reconocido para el ser humano, los universales y los inalienables. Aquellos que, precisamente, se vulneran en aras de las leyes, las leyes de los países sin justicia.

 Una vez aclaradas las cosas, una vez comprobado el error o la ilegitimidad del proceso, ¿qué se le puede ‘devolver’ a este individuo? ¿Cómo se le puede ‘resarcir’ de lo que significa esa ‘justa-injusticia’. Siempre me ha machacado este pensamiento…

Si las causas que han motivado su encarcelamiento eran de derecho comunitario -por el cual dicho individuo ha ofrecido su riesgo-, parece claro que solo puede compensarle el reconocimiento de la injusticia cometida y el reconocimiento del valor de su profesionalidad, que le da sentido como persona…

Solo la sociedad podrá recompensarle de las pérdidas irrecuperables e, incluso, inolvidables para él…

Situados en este punto, solo se hace imprescindible que esa sociedad no pierda la memoria estúpidamente…

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