LA LEYENDA DEL ÁRBOL HUMANO

LA LEYENDA DEL ÁRBOL HUMANO
Se piensa, se dice, se duda, se cree. Los que parece que más saben, callan; aquellos que menos conocen, los que más hablan. Todavía ronda el misterio sobre las vidas de los habitantes del pueblo.
El hecho ocurrió hace tantos años que no hay nadie que quede para contar lo vivido. Pero las historias que circulan siempre relatan lo mismo. Lo que sucedió en realidad continuará siendo un misterio por los siglos de los siglos.
Una hermosa joven, Paloma Fuentes, tenía la costumbre de abrazar y hablar a los árboles, por los que sentía auténtica adoración; era una atracción inconsciente… Hay que decir que Paloma deambulaba por los espacios naturales con la convicción de que ese era su medio de entendimiento. No sentía complejo alguno en esos lugares y actuaba con la soltura de un niño en su propia casa.
Siempre hay alguna predilección en cualquier asunto, y Paloma –tal vez por la longevidad e intrincada estructura de sus árboles− se movía con entera confianza en los olivares, pues decía que allí hallaba respuestas a muchos de los dilemas de la vida. Por este motivo, si para ella era sencillo hablar a los árboles, con los olivos mantenía auténticas conversaciones, que solo disputaba con algún que otro pájaro, obcecado e impertinente, con el que coincidía.
La joven empezó a creer que la telepatía era más que un concepto. En alguna ocasión, intuyó que, precisamente un olivo, le lanzaba un telegrama de respuesta a alguna de sus alocadas preguntas. Por supuesto, ella sintió que esas ocasiones eran dones que le otorgaba la Naturaleza y nunca contó a nadie sus impresiones. Cada vez que esto sucedía, su corazón se repartía entre el asombro temeroso y un radiante bienestar. La imaginación romántica de Paloma, volaba en cada una de esas ocasiones. Su pulso se aceleraba imaginando que un príncipe embrujado y atrapado en un olivo, podría ser liberado por ella por medio de un apasionado beso.
Al final, prescindiendo de otras consideraciones, fue acostumbrándose a esas insólitas conversaciones telepáticas.
TODOS LA BUSCABAN
Cierto día, Paloma no volvió a su casa, y su familia dio la voz de alarma.
Tardaron bastante tiempo en encontrar el lugar y a Paloma, en una búsqueda en la que había participado el pueblo entero…
Nadie pudo saber con seguridad lo que había sucedido. La joven yacía al pie de un imponente olivo.
Nadie se fijó en otra cosa que no fuese Paloma. En realidad, parecía sumida en un plácido sueño, pues así se mostraba por la postura y la expresión de su rostro. Pero Paloma había muerto.
Tampoco supieron a qué se debía que tuviese una partícula de corteza de árbol incrustada en su cuello. Creyeron que podía haberse golpeado contra el olivo bajo el que estaba tendida.