SE TRATÓ DE UNA MUY FELIZ IDEA

Se trató de una muy feliz idea

<<~ LA GEOMETRÍA DEL ANCESTRO-6

 

SE TRATÓ DE UNA MUY FELIZ IDEA

 

Al día siguiente, tras avisar a sus padres, los cuatro amigos salieron hacia el bosque provistos de todo lo necesario para pasar más de un día en aquel lugar. El camino hacia el impresionante bosque fue muy feliz. Estaban juntos y se dirigían hacia una especie de aventura que solo uno parecía conocer, pero no les importaba. Sabían que a Daarko le había sucedido algo extraordinario.

 

Todo cuanto hicieron en el bosque fue con las indicaciones de Daarko, el cual se había pasado parte de la noche maquinando conceptos y planes para realizarlos. Sabía que necesitaría la ayuda de los otros tres amigos. Sería la manera de hacerlo en un tiempo no demasiado largo, pues las herramientas de que disponían convertirían la labor en algo prolongado y engorroso.

Fabricaron dos discos de tronco, de las que utilizaban para elaborar bandejas pero de mayor altura. Por parejas, se dedicaron a alisar las caras del cilindro para que quedaran algo menos toscas. Después -siempre dirigidos por Daarko-, marcaron lo que representaba un centro. A través de él practicaron un orificio que atravesaba el bloque se madera de cara a cara.

Terminada esta parte de la labor, Daarko comenzó a dar saltos como un auténtico loco alrededor de sus amigos. Ellos no sabían cómo reaccionar, pero a la segunda vuelta no pudieron aguantar más y empezaron a destornillarse de risa. La escena era francamente cómica y no pasó mucho tiempo sin que todos danzasen detrás de Daarko como auténticos poseídos.

SIGUE EL MISTERIO

De repente, Shieja, cesa el baile y le pregunta a Daarko qué significaba aquello tan estúpido. Por supuesto, tenía que ponerles al corriente si quería que continuasen haciendo el bobo de aquella manera. El joven, muy serio, contesta:

-Ya os dije que en el ‘centro’ estaba la respuesta.

-Y ahora que te has explicado tan bien, ¿qué sigue, jefe? – siseó Riemah con socarronería.

-Estamos a punto de terminar. Busquemos una rama que ajuste en el agujero.

-Es un orificio bastante grande – observa Shieja.

-Hará falta una rama fuerte, ya lo veréis. Es necesario que se adapte muy bien al orificio, ha de quedar lo más sujeta posible.

Todos buscan ramas hasta que dan con la más adecuada. La colocan en el cilindro, una vez desbastada, y la cortan de forma que sobresalga unos dos palmos por cada lado. Todos se quedan pasmados al ver el artilugio.

La sorpresa fue mayor al observar cómo el joven se colocaba  sobre el mismo y ponía un pie en cada extremo de la rama incrustada en la madera. No pudo resistir el difícil equilibrio y cayó de bruces sin mucha gracia.

Luego, tanteó la postura hasta que decidió colocarse unas cuantas hojas secas en cada mano. Se apoyó bien en la rama, asiéndola con ambas manos, una a cada lado del cilindro de madera. Con gritos nerviosos, rogó a Krould, que estaba tan asombrado como las dos muchachas, que le cogiera por los pies. Krould obedeció. Y Daarko chilló:

¡¡¡Empújame, Krould, empújame!!!

Y Krould, como un coloso autómata, al creer que lo que se proponía le costaría gran esfuerzo, arremete con Daarko.

La escena fue de lo más ridícula: Daarko a horcajadas y Krould, que lo aferraba por los tobillos en una postura grotesca, salieron impelidos por su propio impulso. El muchachote se vio obligado a correr a trompicones para no caerse de narices. A pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió y cayó, dejando a Daarko abandonado a su propia suerte, el cual continuó cogido a la primera rueda de la historia de la humanidad, que le arrastró durante un buen trecho…

TODOS PERPLEJOS

Las jóvenes, simples espectadoras, pasaron del asombro a la risa, luego a la carcajada, después al mayor de los sustos. Al final, terminaron parteéndose de risa por el insólito espectáculo…

En cambio Krould, con el semblante muy serio, se pone en pie, se acerca con tranquilidad a su amigo, le agarra por los hombros levantándole con un solo gesto y le abraza llorando… La mente técnica de Krould, dándose cuenta del poco esfuerzo que necesitó en realidad para arrastrar a Daarko, comprendió de inmediato todo lo que había sucedido durante las últimas horas. El coloso entendió la angustia de su genial amigo, lo que significaba su invento: la proyección en una posible carretilla, un posible carro y un tremendo etcétera, que ambos amigos, y una pléyade de amigos más, construirían en el futuro sin ningún límite…

Rimah y Shieja, al no haber vivido toda la historia que se traían entre manos los dos amigos, no podían tener conciencia de lo que sucedía. Pero su actitud pasó de la risa a un expectante respeto y vieron como Krould se dirigía a Daarko, con los ojos anegados en lágrimas, diciéndole:

-Eres el tío más loco que me he echado a la cara y siempre lo serás. Pero espero poder ayudarte siempre en tus locuras y, por supuesto, una vez más tenías razón, en el ‘centro’ estaba la solución.

 

Hubo descubrimientos fundamentales en la vida del hombre como, sin duda, lo fue el fuego. El fuego fue el origen de una avalancha de beneficios sin los cuales no hubiese podido avanzar como lo hizo.

Otro indiscutible fue la palanca, que permitió multiplicar la fuerza, además de ser el primero de una serie de descubrimientos relacionados con ella: las máquinas simples estaban en marcha y la mecánica estaba servida. Pasarían siglos hasta que un matemático, geómetra y tecnólogo definiera las leyes que rigen la palanca y todo cuanto de ella se deriva.

Pero con la rueda el hombre se adentró para siempre en el mundo de la tecnología: la rueda no solo permitió multiplicar la fuerza, sino que permitió direccionarla. Las aplicaciones fueron interminables: arados, carro, noria y un largo etcétera. Y con la rueda dentada: molino, prensa… y un etcétera que todavía no ha terminado…

 

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EN EL CENTRO ESTÁ LA CLAVE

En el centro está la clave

<<~ LA GEOMETRÍA DEL ANCESTRO-5

EN EL CENTRO ESTÁ LA CLAVE

Al atardecer del día siguiente, después de acabar los múltiples trabajos encomendados a los cuatro amigos, Shieja, Riemah y Krould se dirigieron hacia la casa de su amigo.

Como en tantas ocasiones, la aparente casualidad inició lo que sería un final feliz para las inquietas elucubraciones del joven Daarko en su búsqueda de lo que ni siquiera él mismo sabía qué era… Sí, los niños y sus madres, confabulados en inocente inconsciencia, entre los juegos que tanto ayudaban a los pequeños a madurar sus sentidos, entre risas y retozos, ofrecerían un paso más del largo camino de la creatividad.

Cerca de la casa de Daarko estaban unos niños que jugaban con sus madres. Estas se las ingeniaban para divertir a sus hijos con unos sencillos utensilios. En verdad el juego era de lo más sencillo: cogían una hoja de ficus y la ensartaban en cualquier punto con una ramita elástica que asían por el otro extremo. Luego, provocaban un movimiento para que la hoja diese vueltas alrededor de la ramita. Con ello lograban la sensación visual de un círculo de colores, diferente para cada hojita.

Otras madres realizaban un juego parecido pero de una forma aún más sencilla: disponían una cuerda trenzada en secciones de varios colores. La tomaban por un extremo y la hacían girar con rapidez mediante un gracioso movimiento de la muñeca, de forma que la mano permaneciera fija en el giro. El resultado era similar al otro juego pero permitía disponer de unos círculos coloreados tan grandes como se quisiera.

Riemah y Shieja se quedaron con losniños mientras Krould iba a buscar a Daarko. No pasó demasiado tiempo sin que apareciera el par de muchachos.

Ya desde lejos empezaron a saludarse mientras ellos se acercaban al grupo, y Daarko se interesó por lo que hacían las muchachas entre los niños. Se sonrió, pues ya conocía el juego y le parecía en verdad ingenioso. La realidad es que él mismo lo había utilizado para distraer a algún pequeño en las ocasiones que se lo había pedido su madre. Pero ahora, con una perspectiva más lejana, su impresión fue diferente.

Miradas furtivas permitieron a Daarko captar la impresión de conjunto de los dos juegos. Le pareció sorprendente el parecido con el asunto de la ‘estática’ araña, pues es estos juegos, siempre había una zona en la que los colores permanecían más quietos que en las otras zonas. En el caso de la ramita era el lugar donde se clavaba en la hoja; en el de la cuerda, ese lugar estaba cerca de la mano que la impulsaba.

Parecía que Daarko diese excesiva importancia al pasatiempo, pero el joven estaba procesando la información que había recibido. Al llegar junto a Riemah su semblante ya comenzaba a reflejar el estado de ánimo en el que se precipitaba sin poder evitarlo. Como es lógico, su amiga lo percibió de inmediato y quedó a la expectativa con prudencia. Daarko cogió a Krould del brazo en un brusco gesto:

-Krould, es fundamental que vayamos al bosque de inmediato, ¡vamos!

-¡Pero qué te pasa, amigo, qué te pasa! A estas horas es imposible ir allí. Sabes que hay que estar muy preparado para ir al bosque por la noche, porque cuando llegásemos ya habría oscurecido. Esto es imposible. Explícame qué te sucede y mañana, con tiempo suficiente, te aseguro que te acompañaré.

-¡Kroul, es muy importante, es muy importante!

-De acuerdo, no lo dudo. Pero esto no cambia el que sea una locura. Tampoco veríamos nada. Mañana será otra cosa, ¿no lo comprendes? Dime qué es lo que sucede, dímelo y ten paciencia.

Riemah toma con energía el brazo del exaltado Daarko y le arrastra hacia su casa mientras intenta calmarle con firmeza y cariño.

-Daarko, no sabemos qué te ha sucedido, pero Krould tiene razón. No puede haber nada tan importante que merezca el riesgo que correríais. Tienes que serenarte y mañana, si hace falta y tú lo deseas, iremos los cuatro juntos.

-Estoy de acuerdo –afirma Shieja, que hasta entonces se había callado por discreción.

-¡Lo siento, amigos, lo siento de verdad! Pero es que estoy ansioso por probar si es cierto lo que creo. –Y volviéndose hacia Krould, empieza a dar saltos gritándole -¡Krould, lo hemos encontrado, por fin lo hemos encontrado y necesito tu ayuda!

-Vale, loco, pero esto será mañana. ¿De acuerdo? Pero si no te importa, no me dejes en ascuas y dime qué es lo que ‘hemos’ encontrado.

-Lo que hacía tanto tiempo que buscábamos, Krould. Lo teníamos en las narices y no lográbamos verlo. Krould, ¡¡en el ‘centro’ está la solución!!

 

Ya no hubo forma  de hacerle salir del estribillo

Y la serie finaliza con ‘Fue una muy feliz idea’

UNOS MOMENTOS DE MEDITACIÓN

Unos momentos de meditación

 

<<~ LA GEOMETRÍA ANCESTRAL-4

 

UNOS MOMENTOS DE MEDITACIÓN

La atalaya que ya conocéis, acoge las meditaciones de Daarko con sumo silencio. Pareciera que fuese capaz de intuir la trascendencia de lo que allí se amasaba. El joven necesita estos momentos en los que la soledad y el tiempo se alían para ordenar su caótica imaginación,

Daarko sabe que se relacionan los esfuerzos de Krould con el espectáculo que le dio por montarse la bendita araña.

Su amigo intenta hallar una solución al tema del traslado de materiales pesados a distancias importantes. Daarko discutió muchas veces con su amigo sobre la cuestión.

Por su parte, repitió su experiencia con el taburete de las arañas y también se quedó sorprendido. Ahora cavilaba frente a unos trazos realizados en la tierra, que le servían de guía.

Mientras, el brillo titilante de las estrellas se iba atenuando para dejar reverente paso a la luz del Astro Rey. Sin duda, que venía a reclamar su trono matutino. Como tributo a este relevo luminoso, el cielo se tiznaba de amarillos y ocres ayudado por la masa de nube. Como mudos testigos de la escena, iban vistiéndose de colores para ser admiradas por cuantos pudiesen observar esta función terrenal.

LA HERMOSURA CONTINÚA

Nada hay tan hermoso como el murmullo que surge cada día. Cuando se acopla la intensidad del incipiente concierto de infinitos gorjeos a la luminosidad creciente del alba.

Si alguien duda sobre la existencia de una errática percepción de hermosura. O duda sobre la inexplicable emoción de belleza que origina la armonía de los sonidos propios de la Naturaleza. O de la sensación de veracidad que puede percibirse en ciertas contadas ocasiones. Esas ocasiones en las que el espíritu del ser humano cree entender algo. Si alguien duda, no tiene más que ser testigo de una situación como la que ahora atrapa a nuestro amigo. Entonces, creerá que todos esos sentimientos son de lo más natural.

El ensoñado muchacho, acariciaba la ilusión de hallar la relación que intuía entre aquellos hechos tan dispares, sin llegar a entender el porqué de esa impresión. Lo que le sucedía a Daarko, aunque él no pudiese apreciarlo, era que la Creación se manifestaba embargándole el espíritu. Sumía su estado de ánimo en lo más profundo de su ser para preparar lo que su mente necesitaba en estos momentos: ¡crear!

Crear una nueva idea, un nuevo concepto, una nueva acción era parte del perpetuo camino que trazaba el joven día a día. Quizás fuese una nueva explosión de esa capacidad de progreso que diferenciaba cada vez más al ser humano, Que le diferenciaba del resto de los animales desde que, ya como Homo, apareció en la faz de la Tierra.

Sea como fuere, a Daarko  no le quedaba más remedio que apurar las imágenes que presenciaba en esos momentos. Imágenes exultantes de belleza, que animaban al joven a asumir la realidad de las responsabilidades que imponía la comunidad. 

GRATA SORPRESA

Mientras Daarko regresaba a toda carrera de la atalaya de sus meditaciones, Krould ya iba en su busca. Estaba convencido de que, al no encontrarlo en su casa, no podía estar en otro lugar que en la atalaya.

Lo inusual fue que el muchacho disfrutó de la sorpresa de que aún disponía de un día más de fiesta con el que no había contado. Juntos se dirigieron a buscar a sus amigas del alma. Tenían el propósito de unirse a otros grupos de jóvenes con el fin de pasar el día de descanso… correteando como posesos.

En verdad que el conjunto de los jóvenes pusieron de su parte lo que pudieron para que el día resultase inolvidable. Por ello, en el momento en que tuvieron que regresar a sus casas, ninguno encontraba la manera de separarse de los demás.

Al fin, se dividieron en diversos grupos y, como era de esperar, uno de ellos era el de nuestros inseparables amigos. A pesar de sentirlo en el alma, se despidieron con la promesa de reencontrarse al día siguiente. Lo harían cerca de la casa de Daarko para charlar otro rato.

De esta forma, el adiós no resultó tan desagradable. Lo que no podían imaginar los cuatro jóvenes era que ese día la vida les había preparado algo muy especial. En esta extraordinaria ocasión, serían los niños y las actitudes sociales de la comunidad las que actuarían. Actuarían como detonante de la explosión cultural que estaba a punto de culminarse en ‘En el centro está la clave’.

VEAN EL NUMERITO CIRCENSE

Vean el numerito circense

<<~ LA GEOMETRÍA DEL ANCESTRO-3

VEAN EL NUMERITO CIRCENSE

Como algo inevitable, una parte importante de la reunión son los juegos. Estos se realizan por unanimidad, ensartados en la fiesta, a la lumbre de las hogueras.

Hay una de las competiciones de los más jóvenes, con la que a veces también se atreven los no tan jóvenes. Consiste en realizar una carrera puestos en pie sobre las renombradas secciones de tronco, los tocones de la historia. Estos se colocan tumbados en el suelo, haciéndolos rodar una distancia definida entre dos trazos marcados en el suelo.

Después de múltiples diversiones, al fin, le llega el turno a esta competición de ‘taburetes’. Todos los participantes ocupan su lugar con gran ansiedad; Daarko y Krould en sus filas.

El alborozo general es impresionante. Cada rostro muestra en su sonrisa la emoción que le causa el momento. Las voces se acallan, los ojos se abren expectantes, las respiraciones se suspenden, los corazones se aceleran…

SE INICIA EL LÍO

¡¡¡Adelaaante!!!

 Al primer gesto, la mitad de los contendientes ruedan por el suelo todavía más que sus troncos. Tal vez les asustó el bramido ensordecedor de la gente. Aunque es muy probable que la falta de pericia jugara cierto papel en el desastre. Aplausos nerviosos. Saltos retenidos. Gritos angustiosos, risas, vítores, sofocos…

Los participantes, ahora ajenos a este tremendo lío humano, se afanan en emplear sus mejores dotes para este agotador juego. Superar esta prueba requiere la capacidad de mantener una frenética cadencia rítmica en el movimiento de las piernas. Pero esto provoca que, a medida que transcurre el tiempo, la tensión a que se las somete se haga insoportable. Además, la respiración se convierte en un jadeo agónico, que impide disponer del oxígeno necesario para este desmesurado esfuerzo… Solo resistirán los más dotados e, incluso, auténticos colosos del deporte.

La carrera se desarrolla salpicada de caídas, sumergida en un constante griterío. Que llega a su fin con el colérico bramido de la masa de espectadores. Parecía que cada uno de ellos reclamaba ser el más oído.

Se diría que el ganador desearía haberse quedado en su casa. Y es lógico al ver el tropel que se le abalanzaba sin otro propósito ni miramiento que aplastarle de pura admiración…sin contemplaciones…

Por fortuna esta no fue la ‘suerte’ de Kroul ni de Daarko, pues llegaron a la meta de la extenuante carrera con brío. Pero con un brío lo bastante rezagado para no tener el “privilegio” de ser el primero ninguno de los dos.

Al calmarse los ánimos, Riemah abraza entusiasmada a Daarko, con gran alegría por parte de él. Y Riemah le explica que su alegría es por haber contemplado el efecto que originaba el dibujo de su tronco al girar.

Ante los ruegos de su amiga, los de Shieja y los del grupo que había reparado en lo mismo, Daarko repitió unos movimientos con su tronco. Esta vez, logró la admiración de todos los reunidos.

Aquello era un espectáculo sin duda notable. En su giro, la araña daba vueltas despacio con su mirada clavada en el insecto que brincaba  con frenesí al trazar círculos. Lo hacía como queriendo escapar de la tela que lo mantenía bien sujeto. Creaba la apariencia, debido a su velocidad, de que se multiplicase.

El numerito circense.

La propia tela se sumaba a la representación, pues ofrecía una gama de distintas velocidades en su tramado. Estas disminuían a medida de que se acercaban a la ya famosa araña.

A esto se añadía el efecto estroboscópico del giro, que ofrecía la apariencia de que el insecto, vigilado por la araña, se fuese parando en su recorrido hasta incluso retroceder, para volver luego a su marcha de fuga hacia delante.

Hasta entonces nadie había visto nada parecido y nadie sabía explicarse el motivo de tal efecto, pero lo cierto es que había calado tan hondo que, a muchos, les sobrecogió. Todo cuanto no se sabe explicar crea una inquietud que, a veces, puede resultar hasta supersticiosa.

-Daarko, es precioso, –le confirma el propio Krould¡¡nunca vi nada igual!! Es…muy extraño. Voy a subirme en tu tronco para que puedas verlo.

Sin esperar respuesta, Krould sube al tronco de la admirada araña y repite el ejercicio para que su amigo pueda contemplar la escena. Daarko queda absorto, él mismo no esperaba este raro y espectacular efecto. Sonríe decidido a dominar sus sensaciones, pero se sobrecoge sin saber muy bien por qué.

En el caso de Daarko, no se trata de ningún tipo de aprensión: vuelve a tener la extraña inquietud que le produjo el sueño de la otra noche. Pero esta vez le invadía ese cúmulo de incitaciones que tenía cuando necesitaba resolver un reto intelectual.

Si el joven hubiese utilizado el taburete que acababa de fabricar, el efecto causado por el dibujo trazado en él no hubiese trascendido lo más mínimo. No sería otra cosa que circunferencias dando vueltas. No se hubiese percibido otra cosa que unos dibujos estáticos a pesar del movimiento de rotación de los troncos. Hubiese sido difícil que alguien se extrañase por esa quietud.

Solo Daarko podía sorprenderse, tanto de los estáticos círculos como del movimiento del dibujo del vigilante arácnido.

La velada se alargó lo suficiente como para abatir de cansancio a todos los participantes. Se vieron obligados a retirarse de forma paulatina a sus respectivos hogares.

Al final, solo los cuatro amigos se mantienen en pie por el afán de engañar al tiempo en que podían estar juntos, alargándolo. Cuando fue imposible resistir el sueño que les apremiaba, se despidieron afectuosamente: Riemah, apoya su mejilla en la de Daarko y le susurra al oído:

-Nunca olvidaré lo que hoy nos has ofrecido, querido amigo.

A lo que Daarko le responde mirándola a los ojos con sonrisa tímida y serena:

-La araña la dibujé yo… El numerito del encantamiento fue por su cuenta

 

Y seguirá en ‘Unos momentos de meditación’

SUEÑO ENTRE GRILLOS Y ARAÑAS

Sueño entre grillos y arañas

<<~ (GEOMETRÍA DEL ANCESTRO-2)

SUEÑO ENTRE GRILLOS Y ARAÑAS

El camino de vuelta no resultó tan placentero como había sido el de ida. Pero la fortaleza de ambos jóvenes compensó la dificultad que representaba la dura tarea.

Al llegar al poblado, según la costumbre, a cada uno se le obsequiaba con un taburete, una buena comida y un merecido descanso. Como era de suponer, ambos comieron como auténticas fieras.

A la hora de descansar Daarko prefirió darse un baño en el arroyo cercano antes de hacerlo. Una vez se hubo relajado con el chapuzón, regresó a su casa. En lugar de tenderse a dormir, se dispuso a practicar un dibujo en el asiento que había logrado con tanto esfuerzo.

El tema que había elegido consistía en dibujar círculos concéntricos en una de las bases del tacón. Los trazaba con un marcador cogido entre índice y pulgar y deslizando el dedo meñique por el borde del asiento. Le gustó el resultado y se dispuso a continuar el dibujo que ya había empezado en otro taburete.

El segundo dibujo consistiría en la representación de una araña colgada de su tela, situada en el centro del asiento. Apenas logró terminar el trazado minucioso de la araña le venció el sueño. Antes de abandonar la labor miró el resultado de ambos trabajos, el de los círculos, en primer lugar y el de la araña, después.

El trabajo con la araña, lo encontró interesante y, con un gesto de satisfacción, tomó el tronco entre sus manos. Al colocarlo vertical sobre el suelo, giró levemente ocasionando un ligero balanceo. Le resultó gracioso el movimiento de la araña dibujada, como si caminase algo ebria. Daarko titubeó un segundo sorprendido por  una incierta sensación y con esta impresión se fue a acostar sin pensárselo más.

Desde su dormitorio, Daarko, podía oír el chirriante recital de los grillos, repetitivo, monótono, imparable… Las impresiones del día circulaban por su mente semiinconsciente con el cálido plan de acunarle durante la noche.

La machacona serenata provocó que se le representara la araña de su taburete sumida en una especie de danza entre inmóvil y en suave vaivén. Ya casi dormido, esa danza le provocó un cierto malestar, una inquietud que era incapaz de definir. En la situación en que se hallaba sumido, acabó por aceptar que el deseado sueño le arrastrase allí donde él quisiera.

La verdad es que Daarko no durmió esa noche como necesitaba hacerlo. La araña de sus sueños no fue todo lo benévola que hubiese deseado. En su danza, entremezclaba un bamboleo burlón con una especie de sonrisa, que le hablaba de enigma y duda, que fastidiaba al semiinconsciente muchacho.

‘¿Una araña que sonríe?, ¡vamos, esto es el acabose!’ –parecía que se  dijese Daarko a cada vuelta que daba en su lecho.

Una especie de nebulosa envolvía el ambiente poblado de aquellos monótonos chirridos. Fogonazos, a modo de destellos luminosos, pujaban por atravesar la bruma entre la que el durmiente parecía descansar. Cuando lo lograban, aparecía la araña enfrascada en un lento giro, que sonreía y se balanceaba como una especie de tentetieso impertinente. Esto provocaba en el joven una creciente ansiedad que, hasta dormido, conocía muy bien.

Un parpadeante rayo de sol le cosquilleaba sonriendo, cuando Daarko entreabrió los ojos más cansado que al acostarse. Adquirió conciencia de su situación, recordó la mala noche pasada y se levantó decidido como era su costumbre. Lo hizo con buen ánimo, pero algo molesto por el sueño de la araña danzante.

Krould se dio cuenta de inmediato de que algo le sucedía a su amigo.

-¿No estás cansado, Daarko? La verdad es que yo estoy molido a pesar de haber dormido como un auténtico ‘tronco’.

-¡Je!, muy agudo… Estoy un poco cansado. Pero creo que no solo se debe a que he dormido fatal, sino por el motivo que he tenido para ello.

Y Daarko explica a su amigo lo sucedido; en sus palabras se refleja la creciente inquietud que le embargaba.

-Te conozco, amigo, y sé que algo te sucede. Creo que a los dos nos irá muy bien uno de esos chapuzones colosales que solo nosotros somos capaces de darnos…

-No nos lo pensemos y vamos a hacerlo, porque luego tenemos que ir a ayudar a la gente a terminar los asientos que preparamos ayer.

Como era natural, el baño fue efectivo y ya en marcha hacia el prolífico bosque, los amigos intercambian impresiones. Lo hacen sobre la cuestión del transporte de materiales pesados a grandes distancias. Sin apenas notarlo, llegan al lugar de trabajo y se incorporan a la labor que los otros hombres ya realizaban desde hacía rato.

Habéis venido muy pronto les dice uno de los hombres, no os esperábamos hasta la tarde. Es cierto que sois unos muchachos muy responsables…

¡Y fuertes como mulas! les grita otro entre las carcajadas de todos

¡¡Vale, vale!! corea Krould en tono de falso enfado, si lo hubiésemos pensado mejor aún estaríamos en la cama…

Ja, ja, no os enfadéis que ya os esperábamos. Traemos una comida formidable preparada para vosotros.

¡¡Bravo y tres veces bravo!! gritan los dos amigos en improvisado y desentonado dúo, al que responden los otros con un coro de carcajadas.

Al fin, lograron terminar con el traslado de tocones en solo dos días. Todos lo celebraron con el acuerdo de organizar una cena comunitaria. ¡Vítores a diestro y siniestro! Los jóvenes se entusiasmaron al pensar que podrán encontrarse con sus queridas amigas Riemah i Shieja.

Daarko decide emplear parte de esa tarde en terminar el dibujo de su querida araña, que dejó pendiente. Al completar la tela a la que estaba prendido el animal, el efecto es excelente. El joven decide añadir un insecto apresado en dicha tela.

Al terminar el trabajo, lo mira con detenimiento, de cerca y a distancia. Se queda muy satisfecho. ‘Por la noche causará sensación en el poblado’  -piensa, y se echa a descansar.

Como es natural, todo el mundo está alegre y satisfecho por la labor realizada. Unos por necesidad y otros por cortesía, todos utilizan los nuevos taburetes en la reunión.

Cuando Daarko muestra su tacón para dar una sorpresa a Riemah, todos quedan ensimismados al ver tal obra de arte. La misma Riemah no puede contener las lágrimas por la emoción que le causa.

-¿Cómo es posible que hayas sido tan fiel a la realidad, Daarko? –le pregunta su amiga, admirada, con los ojos brillantes y casi sin aliento.

Daarko, sonrojado, sin apenas levantar la mirada y en un tono de suma modestia, se atrevió a contestarle con un hilo de voz, casi inaudible entre el jolgorio que se había organizado:

-Es que se pasó toda la noche sonriéndome…- ¡¡¡ Risotada general!!!

 

Risotada general, que no fue más que el preludio de lo que iba a suceder en ‘Vean el numerito circense

LA GEOMETRÍA DEL ANCESTRO-1

La geometría del ancestro-1

Dos venus enfrentadas, probablemente en actitud de danzar.

La geometría lo invadió todo desde el principio. A esto no podía sustraerse el arte primigenio.

 

<<~ LA GEOMETRÍA DEL ANCESTRO

NADA MÁS SEGURO PARA SENTARSE QUE UN BUEN TOCÓN

La geometría del ancestro-1

La amistad entre Daarko y Krould se intensificó a raíz de lo que sucedió durante los festejos de la Reunión de los Clanes. Comprobaron que la simbiosis de las mentes puede dar grandes resultados, al elaborar ideas hacia la comunidad.

A fin de cuentas, en aquellos tiempos, la capacidad de proyección del pensamiento hacia el futuro ya era corriente en el ser humano.
Por ejemplo, cuando degustaban un sabroso asado de carne, la mente hacía tiempo que había proyectado cazar, recolectar distintos frutos, bayas, vegetales frescos, hierbas aromáticas, transportarlo todo al campamento, disponer el fuego y los útiles necesarios para poder obtener el resultado que se había planeado.

Como es lógico, la actividad de los dos muchachos no cesaba en ningún sentido. Tanto en el esfuerzo físico diario como en la inquietud mental siempre en vilo, cada uno con su propia manera de ser.
Ambos jóvenes no cesaban de plantearse incógnitas acerca de cuanto les rodeaba y de planear cómo resolverlas. Pero hubo un suceso que tuvo una especial importancia.

Los días transcurrían en el poblado, en esencia, como la vida de una laboriosa colmena. Cada individuo sabe lo que tiene que hacer para que el conjunto de la comunidad se mantenga. Solo que en esta comunidad todo era más feliz al saber que la lucha de su labor les permitiría mantenerse y progresar.
Cada uno de sus miembros se afanaba en ello. Tal vez la felicidad esté cerca de la labor bien realizada y en la conciencia de su utilidad.
El amplio sendero que conducía al inmenso y tupido bosque cercano estaba bordeado de cultivos diversos. Ello reflejaba el gran esfuerzo humano realizado.

Las huertas también mostraban su cara más tierna, que hablaba del mimo con que eran tratadas. Por ese motivo estaban situadas en ciertos abrigos más alejados de los lugares transitados con mayor frecuencia.

Esto no impedía que sus jugosos frutos hortelanos, lanzasen coquetos guiños, a los que pasaban. Para llamar su atención, mostraban su mejor vestimenta de vegetal, brillando por los rayos de sol.

Algo más allá se hallaban cercados destinados a albergar una importante variedad de animales. Sin duda, destinados al consumo de leche y carne o para la reproducción controlada.

Desde cualquier lugar afloraban a intermitencias variopintas y nutridas bandadas de ruidosas aves de diversas especies. Interpretaban al unísono un concierto interminable, sincopado en sonidos y colores. Si durante el día esta música entrañable cesase, los habitantes del lugar se sumirían en el desconcierto por su ausencia. Y ello, a pesar del esfuerzo que empleaban todos en mantener a raya esa voraz tropa.

Al fondo, más elevado, se hallaba el frondoso bosque, auténtica despensa de todo tipo de bayas, frutos y hongos. De igual forma, lo poblaban multitud de especies animales, algunas inspiradoras de auténtico respeto.
Por fin, ese bosque, les proporcionaba madera e, incluso, era motivo de solaz en ciertos calurosos días. Era el bosque que, con sus rumores y sus silencios, tanto les decía a los agradecidos habitantes del lugar.
Enmarcaba al conjunto un cielo salpicado de tenues e intrincadas nubes. La benignidad del día justificaba el por qué los moradores del poblado se consideraban tan dichosos. Se hallaban sumidos en la intuición de que la Naturaleza les besaba, protegía y acunaba día y noche.

Nuestros amigos habían decidido dirigirse al estimado bosque para seleccionar el árbol que les proporcionase unos cuantos tocones para taburetes.
En el tiempo de la narración ya se utilizaban secciones de tronco, desbastadas y de longitud adecuada, como rodillos para el arrastre de cuerpos pesados. La operación requería un descomunal esfuerzo, pues era necesario ir reponiendo los tocones que quedaban atrás.
Era una labor que solo podía realizarse para trayectos cortos. A pesar de todo resultaba muy gravosa en materiales y esfuerzo. No obstante que utilizaba, siempre que era posible, la ayuda de ganado.

Una vez más, a Krould le resultaba impertinente y penosa, una labor que intuía poder realizarla de forma más limpia y menos animalesca. Era la preocupación actual del fortísimo joven.

A decir verdad, también Daarko participaba de esta inquietud, porque el asunto era bastante agotador. Incluso peligroso, debido al auge que cobraba el sinfín de obras realizadas en el poblado.

Los amigos tenían por costumbre aprovechar estos viajes para desfogarse del cúmulo de tensiones a que se veían sometidos a diario. Corrían sin control, saltaban como auténticos monos con ganas de juerga. Reían sin ton ni son y se propinaban cuantos codazos, empujones, golpes y patadas eran capaces de resistir. En resumen: una delicia…

Los amigos se merecían la diversión porque en el momento que se ponían manos a la obra eran auténticas máquinas.
Casi siempre, tanto la operación de desbaste de troncos como la de transporte, las realizaban varias personas durante varios días. Era lo lógico. Esta era la causa de la preocupación que persistía en los jóvenes: a pesar de estar todos casi agotados, tenían que abordar la operación de traslado lo antes posible, lo que resultaba extenuante.
En esta ocasión todo fue rodado. Una vez Krould y Daarko lograron elegir un árbol del grosor adecuado, los jóvenes solo cortaron y limpiaron unos cuantos tarugos de leña. Los desbastaron y trocearon.

Al terminar su labor, los dos muchachos acarrearon tres trozos de tronco cada uno y se dispusieron a regresar a sus hogares. Al llegar al poblado darían aviso de que la operación estaba lista para que se dispusiese el traslado de las piezas que quedaron en el bosque.
Hasta ahora todo marchaba bien.

Luego, ya veremos qué sucede en ‘Sueño entre grillos y arañas’… 

LO DESCUBIERTO ES TAN ÚTIL COMO EL COMER-2

Lo descubierto es tan útil como el comer-2

<<~ LO DESCUBIERTO ES TAN ÚTIL COMO EL COMER-2

 

-¡Claro que podemos hablar, Riemah, es lo que más deseo! Para ti siempre estoy disponible. ¿Qué sucede? ¿Estás bien?
-No te preocupes porque todo va bien -ataja la joven para calmar a su amigo. Me gusta que me mimes pero no pasa nada malo. Solo quería contarte algo que me sucedió al terminar las fiestas. Hasta ahora no había logrado dar contigo de forma espontánea y quiero saber tu opinión –añade con dulzura.
-De acuerdo. Cuéntame, Riemah –se muestra solícito Daarko.

-El día que terminaron los festejos, todos nos dedicábamos a dejar las cosas más o menos como estaban antes. Una de las labores que abordé con otras amigas fue la limpieza de los lugares donde estaban las hogueras.
   » Mientras lo hacíamos, una de las niñas se cortó levemente con un objeto que había entre las cenizas. Esto es frecuente, no tenía más importancia, pero me dio por mirar qué era lo que había provocado el accidente.
   »Fue un extraño impulso. Escarbé entre las cenizas y encontré varios trozos duros que enseguida noté que no eran piedras y los guardé. Al acabar el trabajo, fui al arroyo para lavar los objetos y comprobé que se trataba de barro.

-Si se había resecado, era natural que la niña se cortase. ¿Por qué te preocupa? –pregunta el joven.
-De eso se trata. Lo que me sorprendió fue que, aunque raspé con ahínco los pedazos de barro requemado, no se deshicieron. No logré limpiarlos del todo, pero no se deshicieron.
Daarko se quedó meditativo. Al fin, miró a su amiga y le preguntó:
-¿Sabes cómo fue a parar el barro a la hoguera? Convendría saber si en realidad era fango.

LOS HECHOS SE IMPONEN

-Sí, Daarko, estoy segura porque indagué entre los muchachos. Ellos me confirmaros que estuvieron jugando con barro cerca de las hogueras. En el momento que el fuego se hizo más intenso, tuvieron que retirarse deprisa y dejaron restos al alcance de las llamas.
Daarko vuelve a quedarse pensativo unos instantes

-¿Tienes los pedazos, Riemah? Me gustaría que los viésemos juntos.
-Los tengo en casa, vamos a buscarlos –concluye su amiga y se dirigen hacia su vivienda.

Con los trozos de barro en las manos, ambos amigos se dirigen, por deseo de Daarko, hacia el río. Vuelven a introducirlos un cierto tiempo en el agua; los frotan con energía.

-Pues sí que es extraordinario, Riemah, parecen de piedra.

Hasta entonces el secado del barro se realizaba exponiéndolo al calor del sol, con lo que se obtenían buenos resultados para disponer de bloque compactos con los que levantar paredes, lo bastante resistentes para sostener las diversas coberturas.
Pero en realidad no permitía su utilización en el momento que se requería una mayor resistencia del material.

-Daarko, he pensado que podríamos hacer lo mismo que hicieron los niños para ver qué es lo que pasa. ¿Qué opinas?
-Desde luego será lo mejor. Eres estupenda, amiga, eres estupenda…
En la primera ocasión que tuvieron, repitieron lo sucedido en forma de auténtico ensayo programado: obtuvieron el resultado que ya preveían.

UN HALLAZGO MUY PRÁCTICO

Tiempo después, Shieja y Riemah tomaron la decisión de elaborar algunos objetos endurecidos mediante este sistema.
De inmediato, pusieron manos a la obra. Las experiencias se acumularon. La sonriente Shieja percibió las grandes diferencias de consistencia que obtenían en el barro según donde estuviesen colocadas las piezas.

Dedujeron que se trataba de las diferencias de temperatura con que se cocían las piezas. Pero no encontraban la manera de que, trabajando al aire libre, el calor se distribuyese de forma uniforme.

También evitaron que las piezas tocasen directamente la llama, porque quedaban tiznadas e incluso no olían demasiado bien.
Estas cuestiones dieron a Riemah una idea.

Tras diversos planteamientos e intentos, decidieron construir un pequeño cobertizo formado por dos compartimentos de barro. En uno colocaron una fogata; en el otro, las piezas a manipular.

El artilugio adquiría una buena temperatura mediante la canalización de aire exterior hasta la base de la hoguera. Asimismo, lograron que el humo de la hoguera pu-diese salir al exterior sin demasiada pérdida de calor.

Con este horno inicial, las amigas fuero capaces de realizar creaciones artísticas de considerable belleza. Pero tan útil como el comer, fue crear utensilios para poder cocer y hervir alimentos sin ningún problema.

Nunca más oportuno decir que harían historia los hechos que en aquel poblado se estaban cociendo.

 

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TAN HUMANO COMO LO ES UN GORILA

TAN HUMANO COMO LO ES UN GORILA

TAN HUMANO COMO LO ES UN GORILA

 

Quiero explicaros una historia de esas que nadie cree, pero que son la verdad y nada más que la verdad. Se trata de una historia de tercera mano que, por ello, no deja de ser auténtica…

Antón Claes –por supuesto no se llamaba así, pero tampoco importa porque en estas fechas ya hace tiempo que murió– era el responsable directo de una explotación, allí en las tierras congoleñas controladas por su gobierno…

Antón se veía obligado a realizar un itinerario trazado por unas vías, que guiaban vagones accionados manualmente, en cuatro ocasiones diarias. Esta manera de trasladarse era efectiva porque permitía estar expuesto lo menos posible al supuesto ataque de las fieras en estado salvaje que merodeaban por los terrenos ocupados por el negocio… Además, el vagón podía ser cerrado, aumentando la seguridad del trayecto…

Está claro que, por más precauciones que se tengan, siempre hay un momento en el que las circunstancias obligan a bajar la guardia.

Aquel día, Antón Claes había tenido que permanecer más tiempo del calculado en el lugar donde tenía que supervisar las operaciones que estaban realizándose en plena selva, precisamente para ampliar la extensión del recorrido de las vías…

Los últimos tres vagones habían partido hacía una escasa media hora; solo quedaba un vagón para transportar al personal trabajador al final de la jornada y Antón no podía esperar cinco horas más inactivo en aquel lugar.

En aquellos momentos, si hubiese hablado con los ocupantes del último vagón que había salido de donde él se hallaba, les hubiese dicho que alguien volviese a recogerle: tampoco había demasiada distancia entre los dos campamentos, pero marcharon sin percatarse de que se quedaba allí…

LA GRAN DECISIÓN

Claes no dudó en que lo mejor sería que él se llevase el último vagón para regresar y, al llegar, de inmediato dar orden de que alguien lo llevase al lugar de trabajo… Aquí se dio esa circunstancia de la que  os hablaba. Cuando Antón quiso utilizar el último vagón, fue imposible porque el eje de las ruedas traseras se había partido. No tenían las piezas necesarias para reemplazarlo.

La cuestión fue que se planteaba la imposibilidad utilizarlo al final de la jornada. Después de unas lógicas deliberaciones con el capataz del personal de trabajo, Antón decidió dirigirse a pie hasta el campamento principal. El capataz tenía sus dudas sobre lo prudente de la decisión, pero Antón era el jefe y los jefes…

Armado con un revolver con balas de 9mm al cinto, marchó decidido hacia el campamento base de la explotación.

A medida que se alejaba del lugar en que se manipulaban las máquinas de trabajo, notó cómo el estruendo de las mismas se iba aplacando paulatinamente por el concierto increíble de los sonidos propios de la jungla en la que se hallaba…

Lo que era de por sí francamente hermoso, al poco rato empezó a convertirse en una extraña inquietud. Se trataba de algo imperceptible, pero a Antón Claes empezó a pesarle el hecho de marchar solo… Para él, la selva no era algo desconocido, pero esa ruidosa soledad que le circundaba no le dejaba tranquilo… Incluso dudó si regresar a donde había partido, pero pudo más su amor propio que el sentido de elemental prudencia que debía haber tenido…

SE MANIFIESTA LA INSEGURIDAD

Aquel entrañable y desacompasado concierto de la jungla se le fue haciendo algo agobiante: silbar fue el recurso que se le ocurrió para sentir una cierta compañía en aquel desusado trance… Precisamente en aquel trance, ¿sería apropiado ponerse a silbar? Antón no creyó que tuviese demasiada trascendencia añadir un sonido más a la variedad de cantos que repicaban por todas partes…

Lo cierto es que en aquella densa espesura, solo rota por las líneas convergentes de las vías, como un cuchillo que hendiera la selva, la luz comenzaba a languidecer a pesar del claro que estás proporcionaban. Claes sabía que tampoco faltaba demasiado camino por recorrer, pero se lamentó de dos cosas: no haber cogido uno de los múltiples focos del lugar de trabajo y no haberse provisto de un rifle, por si acaso…

Es curioso percibir la rapidez con que se desvanecen los sonidos en la espesura, distanciándose como efecto de las aves que continúan recibiendo los beneficios de la luz del día… Al final, a Antón se le apagó el silbido entre los labios, algo secos por la tensión que iba acumulando sin apenas darse cuenta…

Tampoco falta tanto, se dijo Antón, es cuestión de no bajar el ritmo. Él sabía que los lugares que iba ocupando el hombre disuadían a los animales feroces a merodear por ellos pero, por desgracia, ya tenía experiencias de lo peligroso que podía resultar a pesar de todo…

Claes continuaba a buen ritmo por el margen derecho de la vía. No había querido caminar sobre las traviesas porque la separación entre ellas le obligaba a un paso que para él no era normal… Procuraba fijarse en el suelo para no tropezar y, de vez en cuando, miraba al frente como esperando divisar el final del camino, aunque supiese que no iba a aparecer por más que mirase…

El silencio que iba prosperando, roto aquí y allá por algún chillido histérico o periódicas llamadas al orden de algunas aves, no tranquilizaba el ánimo de Antón, cuyo deseo de llegar a su destino de una vez se intensificaba…

ENCUENTRO INSOSPECHADO

En una de las ocasiones que miró hacia delante, se extrañó que apareciese un individuo dirigiéndose hacia él por la propia vía. No era insólito el hecho porque podía estar lo suficientemente cerca del campamento como para que alguien estuviese circulando por allí. Al menos, eso quiso creer: en todo caso, el campamento estaba próximo, ¡genial!

Antón aceleró el paso de forma inconsciente con el deseo de poder distinguir de quién se trataba: el mono de trabajo negro que llevaba, no acababa de definir al que lo vestía…

Por fin, ya más cercano el individuo, Antón entornó los ojos para vislumbras mejor lo que creía ver como si fuese una alucinación: una alucinación que le lanzaba la imagen de un enorme gorila aproximándose…

No supo cómo reaccionar ante la conciencia de lo que ocurría… A esas alturas, correr le pareció absurdo; internarse en la selva con la esperanza de que el animal no le hubiese visto, más absurdo todavía…

Lo único que hizo de manera no del todo consciente fue aflojar el paso hasta convertirlo en el ritmo de un plácido e indiferente paseo por el parque de una ciudad…

La tensión llegó al máximo cuando Antón pudo distinguir, disimuladamente, manteniéndose en su aparente normalidad, la cara del imponente simio… No lo podréis creer, pero  Claes percibió claramente la indiferencia del gorila, que no le dirigía ni una simple mirada, aunque solo fuese de curiosidad…

Ambos individuos, el hombre y el mono de aproximaron uno a otro por ambos márgenes de la vía, el uno por la derecha, el gorila por la izquierda… Antón tomó su revolver por la empuñadura con gestos pausados, sin llegar a sacar el arma…

DEFINITIVAMENTE HUMANO

La impresionante presencia del gorila a corta distancia imponía y fascinaba… Claes no podía definir lo que sentía, si admiración por el coloso o respetuoso temor, ambos sentimientos se apoderaron de su estómago, estrujándolo sin clemencia como a un guiñapo…

El simio continuaba en su obstinación de no mirarle… Al pasar junto a él, Claes solo intentó hacerlo de soslayo sin siquiera pestañear y tuvo la rara impresión de que el simio hacía lo  propio…

Con el alma tensa, Antón pasó por el lado del gorila temiendo que se le arrojase encima y se asió con mayor firmeza a la incierta seguridad del revólver… Le sobrecogió el jadeo gutural de la respiración del animal, notó su olor, e incluso el calor que despedía su cuerpo… Ambos continuaron su marcha…

Pasado un rato prudencial –con la sensación de que en cualquier momento sentiría las zarpas del animal sobre él–, Antón fue apresurando el ritmo del paso hasta convertirlo en una auténtica carrera…

Sin dejar de correr, realizando una peligrosa contorsión, giró la cabeza para descubrir las intenciones del animal. Entonces vio desconcertado que el gorila se alejaba dando saltos a toda prisa…