Continúa la experiencia del Big Bang

 

<<~ CONTINÚA LA EXPERIENCIA DEL BIG BANG

 

La Ciencia, resumida en el empecinado criterio de Albert Einstein, consideró hasta el primer tercio del siglo XX que el Universo se presentaba como un estático cuadro de galaxias, formadas por dinámicos sistemas planetarios alrededor de cada una de sus estrellas -o soles, como os guste más llamarlos-. Esta era la situación que no permitía entenderlo todo de ese sugestivo Cosmos…

George Lamaître constató que aquél Cosmos estático no lo era, que se expandía sin cesar y que, siendo así, como todo tiene un principio, podía buscase el origen de este Universo, el punto del que partía todo.

Según las evidencias físico-matemáticas, un tiempo imparable como el nuestro, con un espacio hiperbólico (que se tuvo que demostrar) en expansión, como parece que es el nuestro, tenía que partir de una singularidad desde hace un tiempo finito: de ahí su teoría del Big Bang, que ‘buscaba la punta’ de ese mundo hiperbólico.

Ahora, la ley de Hubble cuantifica este momento original. Pero Lamaître ya pronosticó y cuantificó estos hechos cuando nadie quiso hacerle el menor caso.

Así que, remontándonos en el espacio y el tiempo, llegamos al espectáculo imaginativo de ese Big-Bang que tendríamos que poder justificar…

 

TODO comenzó, quién sabe el por qué, en un determinado punto del Universo que, por lo extraordinario, llamamos singular. Aunque los científicos consideren que fue debido a las condiciones energéticas de la denominada densidad crítica en ese punto y momento, lo cierto es que, quién sabe por qué, de repente… ¡¡bang!!, apareció espacio, tiempo y masa…

El Universo se presentaba vacío, bueno, lo más propio sería decir inexistente, salvo ese punto singular henchido de energía.

Una de las conocidas leyes físicas, concreta que «la energía de un sistema no se crea ni se destruye, solo puede transformarse». Se trata del «Principio de la Conservación de la Energía» -que enunció Nicolás Carnot en 1824 y, luego, Rudolf Claussius y Lord Kelvin, formularon en términos matemáticos-.

Este Principio pasó a definir la «Primera Ley de la Termodinámica» del mundo macroscópico. Ya os habréis dado cuenta de que esta ley viene a decir que la energía no aparece por las buenas.

Cuando nos referimos al Universo Primigenio, no podemos hablar de sistema cerrado -que sería aquel que permitiría intercambio nada más que de energía con el medio exterior-. De manera estricta, por lo que conocemos, no había un ‘fuera’ del Universo, solo un ‘en’ el Universo; no podía intercambiar energía con el exterior y, por ello, se trata de un sistema aislado, entonces un punto en la nada.

En un indefinible momento, aquella singularidad hizo explosión y apareció el concepto del tiempo que, desde entonces, fue creando espacio, como lo hace en la actualidad: se formó un Universo en una fracción ‘inmedible’ de ese tiempo. Este Universo no dejó de ser aislado: sistema aislado… infinito. Otra cuestión fue la posibilidad de que, en ese sistema aislado, existiera un tipo de energía en un cierto estado que provocase el hecho de transformarse.

Lo que está claro es que a partir del Big-Bang aquel universo puntual adquirió otro estado, el estado que le proporcionaron las leyes que hemos ido descubriendo. Podemos conjeturar que, si las leyes actuales que sustentan el mundo hubiesen sido otras, el mundo actual sería distinto, o que, si el mundo hubiese sido distinto del actual, las leyes físicas que lo configuraron, hubiesen sido distintas de las actuales. Bien está, parece lógico.

 

Se me antoja como una obsesión el que se quiera localizar la situación de ese punto singular. Porque hablamos de un ‘punto’ en una inmensidad (mejor, una ‘nada’), cuya localización no cambiaría en absoluto la situación actual del problema básico. Dicho de otra forma: parece obsesivo afanarse en localizar un punto físico inicial  del Gran Acontecimiento.

Pero, seamos justos, hay muchas cosas de la ciencia que han resultaron vitales para entender el mundo en el que nos ha tocado vivir…

Se han hallado evidencias de la validez de la teoría de La gran Explosión, y no quiero liaros con las nuevas investigaciones que incluso continúan poniendo en tela de juicio esta Teoría.

Que la Ciencia siga su camino. Nosotros, si queremos, podemos estar atentos a la evolución de su criterio en esta y en otras cuestiones: puede resultar muy saludable para el intelecto. No todo consiste en sumergirse en el vaivén del transcurso de la evolución del poder ‘humano’ que asola nuestra estimada Tierra.

Y el asunto continúa