
Hinco mi rodilla en tierra, pero no seré abatido, pues sobrevivo como sé y como puedo
<<~ EL VALOR DE NUESTRAS VIVENCIAS
Sobre el valor de nuestras vivencias, he oído tantos pensamientos sobre lo que es la vida y cómo la consideran distintas gentes, que he llegado a temer que yo no tenga una opinión o una idea propia sobre lo que es la vida. Unos, un mar de lágrimas; otros, una condena; muchos, cuatro cochinos días; muchos otros, temor y la nada… Y yo me aferro a la vida como sé y como puedo…
Después de infinito tiempo, regreso al Parque -ese parque enclavado en plena ciudad, con su bosquecillo de encinas y pinos, sus parterres acogiendo flores, sus setos salpicados de blanco, sus bancos, sus fuentes, sus sauces llorones cayendo sobre el estanque- y me sumerjo en divagaciones…
Miro las copas de los árboles, y sé que un día un pájaro pasó por mi mente…, pasó fugazmente por mi mente pero nunca más volverá…
Esta urbana quietud, el reflejo de esos sauces en el fingido lago, las hojas de nenúfar mansamente inmóviles, el vaivén de pájaros: todo…, todo continúa igual… Soy yo el que ha cambiado.
Tal vez la mente, sometida a más asedios que los que ha soportado este ‘teatro natural’, haya creado costras en mi interior. Pero, aunque podamos no estar muy seguro de lo que sucede, hay algo que sí nos conviene saber: si fuimos sinceros, si creímos que lo que hacíamos tenía un valor, si compartimos la constante lucha por la vida… con la propia vida.
Ahora parece que cuanto pueda pensar, hasta las intenciones -siempre nuevas- que pueda idear, sean totalmente inútiles. Recibo lo que el ambiente me transmite, lanzo distintas formas de explicar esta situación interior y la respuesta es siempre la misma: ¿Vale la pena? Esto significaría estar muerto…
Y sé que debo seguir luchando. Nunca me había pesado tanto el sentimiento de inutilidad de mis intenciones. Pero sé que debo seguir luchando porque la vida ¡siempre vale la pena!
Lo sorprendente -mimetismo temporal- es que la gente parece la misma de siempre, en sus formas -a pesar de la moda- y en sus actitudes… Tal vez por aquello de que no han vivido en mí, ni yo he seguido su transcurrir…
Los eternos niños… Con toda seguridad no pueden ser los mismos…
Y pienso que es imprescindible no dejarse ofuscar por el temor a lo perdido, porque la existencia del pasado está cerca de las intenciones que nos movieron y debe quedar en el recuerdo. Si con el tiempo las intenciones parecen haber sido baldías, no importa. Debemos apuntar al nuevo futuro basándonos en el presente del que no podemos zafarnos: el ineludible pasado solo reclama nuestro respeto.
Si las nuevas situaciones -aunque por repetidas sean viejas- nos provocan intenciones, significa que aún se está deseando transformar y eso, se sienta uno como se sienta, significa estar vivo y viviendo…
Tenemos que recuperar los valores que algún día tuvimos cerca… Debemos vivir a toda costa y nadie –ni nosotros mismos- tiene derecho a decirnos que nuestra vida más íntima fue inútil en algún sentido…
Nos agotamos por luchar simplemente para sobrevivir… También necesitamos respirar… Para mí esto ha significado siempre intentar comprender y ubicar todo ese embrollo interior que habla de vida profunda y digna, aun sumido en la más angustiosa aparente miseria.
Aspiro a un mundo mejor para todos…, ilusionado con que realmente sea posible…
Preciosa fotografía, que recull profundament, al que sents i escrius!
Si un árbol casi puede caminar para sobrevivir, con mayor razón podemos luchar para enraizar la mente en todo lo hermoso de la existencia, que es mucho, aunque muchos no lo entiendan…
Tus palabras aumentan el compromiso del plan del Blog, Laura.
Gracias