
EL OCUPA IGNORADO
Ante un crimen se rastrea al posible culpable hasta el extremo mediante una indagación amplia y exhaustiva. En cambio, en otros casos, no hay interés alguno en analizar nada. Como siempre: el protocolo…
Hace bastante tiempo, una noticia en TV-1 decía, en síntesis personalizada: “En un pueblo, en un barrio, en un bloque de viviendas, una culebra de considerables dimensiones siembra la inquietud y el temor entre los vecinos al anidar bajo el tejado del inmueble…
Planes y opiniones de todo tipo respecto al cómo librarse del peligroso ofidio.”
Mi intención, a decir verdad, no es recrear la noticia en cuestión. Ni tampoco la extrañeza que me causó comprobar, el poco conocimiento, la falta de imaginación e, incluso, la ausencia del sentido del ridículo de los que estamos investidos…
No, no es esta mi intención. Porque ¿qué sabemos, en general, sobre las serpientes animales, culebras o no culebras?
Desde luego que lo que me ha impulsado a escribir este artículo sobre culebras e inquietudes, no son ni las culebras ni las inquietudes que nos origina todo cuanto notamos e, incluso, intuimos que nos arremete…
Pero antes dejadme que continúe con la noticia de origen:
“…después de infructuosos intentos probando toda suerte de métodos y hechizos, deciden penetrar en el recinto que se origina en el tejado común de las viviendas. Practican un orificio en el techo que corona la escalera de uno de los inmuebles para acceder al presunto hospedaje de la serpiente.
A través del hueco obtenido, lo justo para que pase una persona y en cuyo interior no puede ponerse en pie después de haber penetrado con sigilo, descubren en su interior una serie de enseres que achacan a la existencia de un presunto ‘ocupa’. Continúan desalojando la zona hasta ser capaces de acceder al lugar y atrapar, finalmente, al peligroso ofidio.”
Felicitaciones, alegrías, parabienes, algarabía general. ¡Éxito! Todo acaba bien.
VAMOS A MATIZAR
Pero me pregunto si alguien se planteó cómo y por qué fue a para allí la culebrita de la historia de final tan feliz.
Pero este tampoco este es el motivo de mi artículo.
Imaginemos que hace unas líneas me refiero a la noticia que nos trae con una pequeña variación de términos. Sólo reproduzco partes de lo que antes ya dije y resalto la diferencia):
Una noticia en la Televisión decía, en síntesis personalizada:
“En un pueblo, en un barrio, en un bloque de viviendas, una culebra de considerables dimensiones siembra la inquietud y el temor entre los vecinos al anidar bajo el tejado del inmueble…
Planes y opiniones de todo tipo respecto al cómo librarse del peligroso ofidio.”
“…después de infructuosos intentos probando toda suerte de métodos… deciden penetrar en el recinto…. Practican un orificio en el techo que corona la escalera de uno de los inmuebles…
Penetran con sigilo a través del hueco obtenido. Descubren una serie de enseres que achacan a la existencia de un presunto ‘ocupa’. Continúan desalojando la zona, a modo de ‘alzamiento extemporáneo’, hasta ser capaces de acceder al lugar y atrapar, finalmente, al peligroso ofidio.”
EL MEOLLO DE LA CUESTIÓN
Al fin, legamos al motivo real de este artículo. Que no es más que el triste asombro de que “la noticia se centre en la noticia”, sin más. Y que no se le haya dado más importancia a que, en aquel inhóspito lugar, hubieran vivido ‘ocupas’…
Ya sé que no es fácil. Problemas hay muchos. Pero me temo que nuestras sociedades han logrado un tipo de personaje que podríamos denominar como “el que no llegó”. O, tal vez, ‘”el que no resistió”, que para “el que no llega” debiera servir de seria reflexión. Esto aunque sólo fuese por el dicho: «Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar».
En general, no somos tan indiferentes. Más bien pienso que el bienestar personal, conseguido con tanto esfuerzo, nos deja instalados e inertes en el temor de tener que compartirlo o perderlo…
La casuística que acompañó la vida, los acontecimientos y la muerte en el ancestro, se ha convertido, hoy día, en rígida necesidad de seguridad. Pero las cosas, en su fondo, no han cambiado tanto. Y no hay más… ¿No?
¿No hace falta retomar el concepto de lo que es ‘existir?