POR LA CHARLA DEL TAÑIDO

POR LA CHARLA DEL TAÑIDO

 

Antes de la Natividad del 2017, escribí esta

REFLEXIÓN:

Se hace difícil avanzar por lo que uno desea desde lo más profundo cuando el aliento pierde su ritmo natural. Las cosas no siempre ocurren como se desean ni siquiera como se las imagina…

Pero la vida avanza y hay que encontrar la brecha por donde colarse para asumir la parte que nos corresponde: lo fundamental es seguir construyendo ese no se sabe qué, que llamamos el ser.

Ahora, quizá por aquello de los tiempos de amor y concordia que se nos abalanzan, hago un esfuerzo echando mano de pedazos de una cierta tristeza que me embargó el alma hace años. No sé el porqué de aquella inquietud y de aquel momento, pero válgame ahora para salir de las cadenas de este momento y continuar expresando y continuar viviendo en una cierta cordura…

No os extrañe: no siempre se hacen inteligibles las palabras cuando no se tienen claros los motivos que las incitaron, pero tengo por cierto que fueron la libertad, la amistad y un cierto temor al amor que iba manifestándose…

Por todo ello, cojo retazos de memoria de aquel entonces, los uno y construyo:

EL TAÑIDO

Arropado en el silencio, solo,
entre mareas de pensamientos
que intentan invadirlo todo…
Los rechazo como extraños,
los acepto como propios:
no sé cuáles son los más ciertos.
En una mediocre libertad, sesgada,
me invade la soledad, me vierto en el vacío,
la mente parece zozobrar braceando…

La campana de la Iglesia empieza a tañer
una canción muy antigua, casi vieja,
que habla de recuerdos de ancestro.
Recuerdos que no pudimos conocer,
pero que sin duda invaden el espíritu
como si fuesen auténticas vivencias.
El cántico se hace amoroso, intenso,
y barniza el alma de nuevas esperanzas,
de sensaciones que incitan a no desfallecer…

El bronce, en este instante, canta para mí
con palabras que acarician mis incertidumbres,
trocándolas en blandas, absurdas, vanas…
No sé qué hay tras él, pero el muro se derrumba
con el repiqueteo de cada nota, repetidamente distinta,
disgregando su límite hasta convertirlo en nada…
Salgo levitando arrastrado por el elocuente flujo
que emana de la entrañable campana,
y siento que la vida está ahí… esperando mis ganas…