Por qué nos obcecamos en demostrar

POR QUÉ ESA OBCECACIÓN DE QUERER DEMOSTRAR

 

En la relación de la Humanidad con lo espiritual, partimos de un principio básico indiscutible. Según proclaman filósofos, líderes y sabios de todas las religiones: el ser humano no puede comprender la esencia de los dioses. O sea, el ser humano no puede entender lo que son los dioses… No soy yo que lo digo. Entonces, por qué esa obcecación de querer demostrar lo indemostrable

Es curioso y a veces creo que hasta cómico.

Nos emperramos en querer entender lo incomprensible…, pero no cualquier persona, sino filósofos y sacerdotes, por ejemplo. Se empeñan en transmitir un mensaje –que intrínsecamente sería benéfico– de algo impalpable e, incluso, podría ser inexistente. Se empeñan en demostrar lo que ellos mismos dicen –y llevan milenios diciendo–,  que la cuestión de los dioses es ininteligible para el ser humano: que no es posible razonar a los dioses.

En los seminarios teológicos, se debaten estos argumentos…

Y no pensamos en otro Dios más que en el que nos enseñaron…

En lo tocante a esta materia, los irracionales nos llevan larga ventaja. Ellos sencillamente viven, sirviéndose de cuantos mecanismos les ha dotado su existencia irracionalidad, de todo cuanto el instinto les pone a su alcance.

La verdad, nunca he sido tigre, camello o pájaro y, por ello, no tengo experiencia de sus sentires abstractos. No sé realmente qué tipo de etéreo poso les embarga. Me gustaría saberlo, ciertamente, pero no lo sé…

INSTINTO Y RAZÓN

Todos, sí comprendemos eso del cacareado instinto: el instinto sigue un camino necesario para poder sobrevivir. El instinto, así, es obligado…, porque el instinto no es, ni mucho menos, libre albedrío. Que este también es un concepto aprendido, que justifica la no interferencia de los dioses en la abominable actuación de los hombres. Por ello los animales ‘irracionales’ no son ni buenos ni malos, son simplemente animales y punto…

Hay muchos planteamientos y frases que son impalpables, como lo son los pensamientos que no se expresan. No por ello no existen, pues en nuestras mentes podemos tenerlos definitivamente elaborados. Y con las cuestiones de los dioses ocurre lo mismo: no por inmateriales tienen que ser necesariamente inexistentes. Y, aún más desconcertante: tenemos un poso metafísico que no podemos negar y del que no sabemos, queremos o podemos prescindir…

Tal vez sea necesario ese poso para tener un asidero interior que nos libere del temor que nos asola en ocasiones, el temor del más allá.  Que además nos dé una dimensión humana por encima del existencialismo. Aunque este existencialismo conlleve un intento –muy humano– de desgajar la existencia del hombre de su esencia. Tal vez, intentando cortar de cuajo ese aparente absurdo de hurgar en la esencia de los dioses incomprensibles para el hombre–…

Y me cuestiono sinceramente si seríamos peores de lo que ahora somos si dejáramos de intentar dilucidar quiénes son los dioses…

¿Seremos peores por dejar de pensar lo que los dioses quieren de nosotros? y atender lo que los seres humanos nos reclaman a diario a cada uno de nosotros –o nosotros reclamamos a cada uno de ellos-, puesto que esto lo realizaríamos como una encrucijada en la que a cada momento tenemos que ejercer nuestro libre albedrío para ser ‘buenos o malos’? ¿Seríamos peores?

¿PODER ENCUBIERTO?

Si tengo que ser sincero, mi impresión es que el ser humano no puede obrar peor de lo que ahora obra. No todos, claro. Pero los que tienen en cuenta a los otros seres humanos, ¿lo hacen por los dioses o por esos seres humanos a los que tienen en cuenta?

¿Por qué?, ¿por qué tenemos que empecinarnos en querer razonar a los dioses…? Tal vez porque una parte fundamental de los dioses la llevamos dentro, somos como dioses vivientes que desean comprender y ser comprendidos…

Tanto esfuerzo para entender lo incomprensible. Me temo que tenga algo que ver con pretender dominar lo irrazonable para el ser humano. Y quién sabe para qué… ¿O sí lo saben?

A veces pienso si los otros animales siguen más a los dioses con el instinto con que han sido dotados. Instinto que los racionales hemos perdido desbancado por la razón. Razón que nosotros hemos empleado para someter de la forma más inhumana posible a los demás, sean racionales o irracionales…

Esos dioses –tal vez existentes más allá de nosotros mismos, más allá de nuestro interior– sí esperan algo de nosotros. Y esto ¿no será más que lo que es propio ser humano comprende de sí mismo: más satisfactoria convivencia, más amor y menos poder y deseo de exterminio?

 

Por qué esa obcecación de querer demostrar

 

Ya sé, ya sé: si no hay palo, nadie obedece para obrar mejor…

Lo único que digo es que el palo podría suplirse por una nueva y buena visión de la educación. No solo cuenta educarse para continuar este mundo de incomprensión humana, seguir los mismos conocimientos y las mismas pautas.  No basta formarnos para lo mismo: competencia descarnada, diferencias abismales de clases –sociales, económicas y anímicas–, poder y más poder…

Poder sí. El poder de los elegidos para propiciar la buena convivencia de las gentes.

LAS LEYES

Las leyes, por desgracia, son el palo que muchos necesitan…, pero no todos…

NUNCA he entendido que ‘el desconocimiento de la ley no exima de su cumplimiento’. Esto lo encuentro injusto de base, porque los poderosos deben esforzarse para que no haya nadie que desconozca la ley y muchas otras cosas. Ya que tiene que haber el palo de la ley para algunos –demasiados–, que no se aplique con el desconocimiento, que propiciaron aquellos que la hacen cumplir…

De acuerdo, hay gente que fingiría –de manera muy estudiada y respaldada– el desconocimiento de las leyes que deberían aplicarle para que enmienden su manera de actuar. Buenos, pues a esos, doble palo.

Alguien objetará que me meto en el terreno de los dioses. Que no sabemos quiénes son y lo que ellos esperan de la Naturaleza que representa que crearon… Pues…, eso. Mejor buena voluntad, más sencilla convivencia, más amor de los unos hacia los otros. Menos poder interesado, menos irracional e inhumana perversidad… y no será necesario ni tanto razonar ni tanto palo…

 

La llama de la espiritualidad es inherente al ser humano, como lo es la facultad del habla, con todo lo que ella comporta. Esta es precisamente la cuestión. ¿Qué demontres representa esa llama y quién la colocó ahí, mostrándonos paraísos o mordiendo nuestra naturaleza? ¿Quién nos obliga a obrar correctamente… a través de nuestro libre albedrío.

Y… vuelta a empezar con las obcecaciones… Mejor lo dejamos…