¿Y Tú dónde estás?

¿Y TÚ DÓNDE ESTÁS?

 

Me bastaban muy pocos de tus interminables atributos
para creer que sentía fe: eterno, omnipotente, inmutable.
Me ayudaba tu omnisciencia, junto a tu omnipresencia,
para sentirme respaldado ante lo que no comprendía.
Suerte que, además de la justicia, te movía la misericordia
y, sobre todo, el amor…
Sí, ¿Y Tú dónde estás?

Tal vez estés a la puerta de mi esperanza,
esperando a que la abra y llegue a entrar por ella la fe…;
tal vez esta sea la solución, tal vez solo tema pensarlo…
Lo que sé, sin duda, es que las guerras, y menos las santas,
ya no tienen ningún sentido, que no sea el deseo de dañar…
Pero ¿Tú dónde estás?

Tengo frío, tengo auténtica hambre –decía un escapado–,
lo dejo todo tirado en lo que era mi país,
en lo que era mi propio lugar; estoy totalmente expoliado
y continúan abusando de mí durante la huida.
Mi gobierno se burla de mí.
Los poderosos disponen lo que les viene en gana
sin tener en cuenta opinión alguna, sin siquiera saber que existo…
Hablo de mí y me quejo, pero no es por mí realmente:
mis hijos…, mi familia, mis amigos, aquello que más conozco…
–Y Tú, ¿dónde estás…?

Cuando lo creaste todo, me pregunto
qué fallo cometiste con nuestra creación.
La libertad del libre albedrío, ¿fue un cepo
que ahora no te permite intervenir…?
¿Por qué nos hiciste tan inhumanos si podías elegir?
¿No eras omnisciente? Lo sabías
¿No eras omnipotente? Podías
Si eres omnipresente. Permaneces
Y Tú, ¿dónde estás?

Vale, acepto nuestra culpa
por no querer utilizar bien nuestro libre albedrío…
Hago un nuevo acto de fe.
Pero, de igual forma, hago un acto de fe hacia el ser humano,
y un nuevo acto de fe hacia la vida… para poder seguir viviendo…
Y Tú, ¿dónde estás…?

También eras absolutamente justo.
¿Justo…? ¿Al mismo nivel los niños que los malvados…?
¡El libre albedrío…!
Ya sé que, por más que hagamos, tú eres insondable e inescrutable.
Pero esto no varía el hecho de sufrir
por no poder sentir tu presencia;
sentirla, al menos, junto a todos ellos…
Los niños son seres inocentes y puros,
que, simplemente, deben parecerse a ti…
Pero Tú, ¿dónde estás…?

Alguien, en cierta memorable ocasión, te dijo:
«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen».
Yo te pido ahora que no nos perdones ciertas cosas,
aunque no sepamos lo que hacemos…